La vergüenza de Divertia

Es lástima que nuestro pueblo, esta querida villa marinera, no contenga los suficientes atractivos turísticos ni contenga tales famas como para que más cruceros de vacaciones atraquen en los muelles de nuestro puerto, eminentemente granelero.

La cosa de la animación anda arrastrada por los suelos en nuestro pueblo. Sólo algún relámpago ilumina la escena, como por ejemplo la «Semana negra», y el resto es prácticamente vulgaridad que no logra, tampoco, hacer atractiva la ciudad como destino de cruceristas, a no ser que se esparzan por la provincia y los autobuses los conduzcan a otros pueblos costeros del entono, a Covadonga y la falda de los Picos de Europa, a la capital del Principado o a otros pintorescos destinos.

Por el camino nos queda la empresa municipal Divertia y su déficit, cuya aglomeración de entidades no ha logrado paliar como se pretendía. Los regocijos populares, tal como están planteados en nuestro pueblo, cuestan lo que cuestan y, desde tiempos inveterados, el ayuntamiento se niega a reconocerlo en sus presupuestos, por lo que la entidad responsable de organizarlos presenta siempre déficit, con los consiguientes apuros ahí sobre la mitad del ejercicio, para atender todos los pagos.

Hay soluciones, vaya si las hay. La primera pasa por reducir las actividades: muerto el perro, se acabó la rabia. La segunda es integrar en el presupuesto anual el coste real de las actividades propuestas, ya que al final todo el dinero saldrá del procomún local al ser Divertia (o antecesoras) empresas municipales. Tampoco vale venirnos con que estamos en un año de prórroga presupuestaria, pues con presupuesto o sin él, estamos siempre en las mismas.

Lo curioso del caso es que esta extraña situación no tiene color político y son varias ya las corporaciones que han caído en este feo vicio. Es como si a los gestores les diera vergüenza poner en los presupuestos el coste real de los festejos, pero a la vez se negaran a prescindir del halago a la ciudadanía que significa ofrecer un nutrido programa de actividades recreativa o de ocio.

Tan ridícula es la situación y tanta la hipocresía existente que algunos engendros festeros se cargan a otras instituciones, también dependientes del presupuesto municipal, diferentes de Divertia. El ejemplo más flagrante es la bazofia conocida como Festival del Arco Atlántico, cargada al presupuesto de la Fundación de Cultura para general sonrojo.

Visto y conocido lo sucedido con la cuestión presupuestaria de Divertia, cabe de todas formas, hablar de la capacidad tanto del concejal presidente de la sociedad como la de sus máximos responsables que, ejercicio tras ejercicio, se presentan ante la sociedad gijonesa con sus miserias contables al aire sin el menor atisbo de vergüenza, como dando por supuesto que las cosas han de suceder indefectiblemente así.

Imaginemos que el resto de las empresas municipales se comportasen de la misma forma: los dineros municipales serían ingobernables.

Ya es momento de terminar con una vergüenza que nada bueno dice de una Corporación municipal incapaz de ordenar las cuentas de uno de sus departamentos. Probablemente haya que aligerar el gasto de Divertia, un poco por la parte de reducir algunas actividades y otra por el lado de controlar y organizar de mejor manera sus actividades. Demasiado regocijo gratuito que, en tantos casos, para bien poco sirve.

Un par de júbilos y un jubileo

Está en marcha ya la organización de la Semana Negra de Gijón, y hay que recalcar esto último, que cumplirá este julio su vigesimonovena edición. Veintinueve años dan ya un marchamo de tradición que hacen del festival cultural y lúdico algo típico de nuestro pueblo y de la provincia, sin despegarse paradójicamente de su aire de provisionalidad. Al aprobar el convenio pertinente que permite parte de su financiación, la junta de gobierno consistorial, ha justificado el aporte financiero al calificar al evento “como único en su género” desde hace más de 28 años y su prestigio y repercusión “trascienden no sólo los ámbitos de nuestra región sino que traspasan las fronteras” llevando el nombre de la ciudad “por todo el mundo”. La Semana Negra, como otras felices actuaciones urbanísticas de aquellos tiempos, es un acontecimiento incontestable brotado en el segundo tramo de los años ochenta del pasado siglo en los que nuestro pueblo recibió un importante impulso y que se fueron consolidando a lo largo de la siguiente década de los noventa. Comparar aquellos quince años con los últimos seis y darnos la sensación de que estamos parados o, como mucho, sumidos en una peligrosa inercia, en un dejarnos llevar, es todo uno.

Ahora que se nos ha jubilado como director de la edición gijonesa de estos papeles, es momento de agradecer a Julio Puente el ejercicio de su maestría y su delicadeza en el trato con uno. Ya se puede poner blanco sobre negro sin que se diga que es hacerle la pelota porque es el jefe. Nunca un reproche, jamás una presión, en  ninguna ocasión la transmisión de una queja por algo puesto aquí, y seguro que más de una queja habrá recibido en los últimos tiempos.

Los millares de gijoneses que llevan los colores rojiblancos muy dentro están contentos por este Sporting que “in extremis” logró la permanencia en Primera. Esta circunstancia futbolera es un motivo de alegría: lo merecían los aficionados, tan acostumbrados a sufrir, y lo merecían los jóvenes atletas y el equipo técnico. De ellos bien se acuerda todo el mundo. Seríamos injustos, sin embargo,  si no nos alegráramos también, sin cicaterías, por los gestores y la propiedad mayoritaria de la entidad que tantos sinsabores, y hasta insultos soeces, han tenido que soportar. Puede que esto último no sea muy popular en ciertos ambientes de la afición más exaltada, pero es de justicia.

Curiosamente, al haber sido dos equipos madrileños los que perdieron el envite y se fueron a la categoría inferior ha hecho que los medios nacionales de comunicación, al tener sus respectivas sedes en la capital del reino, le anden dando vueltas a la cuestión y le busquen los cinco pies al gato, habiendo encontrado a su bestia negra en uno que pasaba por allí: Marcelino García Toral, entrenador del Villarreal, que por no esconder sus querencias sportinguistas  se ha convertido en el muñidor de las desgracias del Getafe y del Rayo. Para conversaciones de barra de bar en cualquier bar de Vallecas, valen ciertos argumentos, pero dejados caer en una pieza televisiva o en artículo periodístico resultan ridículos y hasta ofensivos.

Quedémonos con lo bueno: la permanencia del Sporting y las veintinueve ediciones del festival negro de julio, símbolos, cada uno en sus respectivos ámbitos de la excelencia a la que aspira la villa y su concejo. Si todo fuera igual nos saldríamos del mapa, pero no todo han de ser logros. Lo malo es que, en los últimos tiempos, abundan más duelos y quebrantos que éxitos y alegrías. Las próximas elecciones, por no ser del ámbito competente en la materia, nos arreglarán poco lo postergados que andamos, por lo que habremos de confiar más en suertes o carambolas que en laboriosos tejidos de redes políticas. Al menos deseémonos suerte y disfrutemos de lo que bien está que, por cierto y en su inmensa mayoría, nos viene de antes.

De medalla de oro

El ataque de cuernos que le ha dado al concejal de los circenses en nuestro pueblo, Jesús Martínez, por cuestión de unos ciclos de cine programados por Laboral Centro de Arte merece pasar a la antología de las pataletas infantiles a cargo de un gestor público. Son tan ridículas las quejas, tan inanes los argumentos utilizados que parece imposible que el concejal moriyonista se atreva a salir de casa no vaya a ser que a cualquier paseante que le reconozca le entre un ataque de risa a su paso.

Como bien apuntó el otro día en estos mismos papeles la concejala socialista Lara Martínez, la cosa tiene que ser fruto de un profundo complejo. El fracaso de las últimas ediciones del certamen de cine de invierno, organizadas por la municipalidad, están el fondo de las invectivas del edil forista. Si a ello le añadimos el descontento vergonzante que los del gobierno municipal sienten por causa del actual director, que les salió inepto, el hombre, para las cuestiones organizativas y de lo peor que justito que nos anda, cual aprendiz poco aprovechado, en las cuestiones cinematográficas, incluida la poca fortuna en la selección de material para entrar a concurso o para las secciones paralelas, tenemos un panorama que es lógico excite los ánimos y haga ver ataques y enemigos por cualquier lado y, si se trata de alguna cuestión que dependa de alguna forma del gobierno del Principado, mucho más.

El argumento de que parece no haber dinero regional para dilapidarlo en el FICX más que del concejal de públicos regocijos, Martínez Salvador, parece más bien ser del estilo de los utilizados por el concejal comisario político del Gijón forista, Couto Garciablanco, pero no seamos mal pensados y maliciemos, porque del roce, también se pegan las artimañas o manías sin necesidad de inspiraciones directas.

Hay en toda esta anécdota cinematográfica municipal otra circunstancia que hace a los apéndices frontales brotados al gobierno municipal de esta linda villa marinera dignos de ser premiados con medalla de oro: el programador seleccionado para el primer ciclo de películas a exhibir en la nueva actividad «Laboral Cineteca» es nada más y nada menos que José Luis Cienfuegos, defenestrado como director del FICX por los moriyonistas nada más llegar al poder municipal allá por 2011, y actual director del festival fílmico sevillano que, bajo su batuta, ha subido varios peldaños en un corto espacio de tiempo. Anda por cierto Cienfuegos por Asturias ya que forma parte del jurado del premio Princesa de Asturias de las Artes. El día que el pobre Carballo obtenga tal honor será uno de esos en los que las ranas echen pelo. Este tipo de comparaciones humillan, como no podía ser menos, a los responsables de Divertia, con su concejal presidente a la cabeza. Una testa que, ya queda dicho, se ha hecho digna de una medalla de oro? cinematográfica.

Como todo tiene que ser raro en nuestro pueblo en materia de festejos, a la segunda fue la vencida: funcionó la coalición entre los foristas y su necesario soporte de gobierno, los de la marca blanca local de Podemos, y ya tenemos vía libre para otra edición de peseudofestival atlántico. El truco estuvo en disfrazarlo con adornos, a modo de calificativos, de cosa industrial, suficiente para que los amos del Podemos local, los del sindicato CSI, de violento pasado, dieran su conformidad al engendro. Así está ahora mismo la foto fija: un gobierno municipal arrastrado cual alfombra pasillera ante las botazas de la Corriente. Así se entiende que, en ocasiones, se trabaje bajo la improvisación y el corto plazo, de tal modo que en demasiadas ocasiones, queriendo favorecer «a los de abajo», se les causen grandes pesares, como les ha sucedido a las gentes humildes de la calle Francisco Eiriz que tienen las fachadas y ventanales hermoseados, pero que han recibido un palo de proporciones trágicas a cargo de la Agencia Tributaria debido a la incompetencia y falta de previsión municipales. Los hados nos guarden de los favores foristas y de sus coaligados de Podemos.

Opiniones peligrosas

Hay un empeño bastante generalizado en arrimar la culpa a la repetición de las elecciones, allá para fines de junio, a las formaciones políticas. Incluso los hay que utilizan gruesas descalificaciones y hablan de vergüenza nacional y cosas por el estilo. Lamento, una vez más no estar de acuerdo con estas opiniones. Si alguien tiene la responsabilidad de la actual situación política son los electores del pasado 20 de diciembre: ellos fueron los que con su papeletas decidieron la atomización del Congreso de los Diputados. Muchos de esos electores no incluían entre sus deseos que las siglas en las que depositaron su confianza llegaran a un apaño con las de sus oponentes. Se vota a una fuerza política, por lo general, para que gobierne y, en menor cuantía, para que haga de bisagra. Aquí pasa como cuando un equipo de fútbol va rematadamente mal, los jugadores no dan pie con bola y, entonces, se echa al entrenador. La explicación, mil veces repetida es que vale más cambiar a uno y es más económico que cargarse a una plantilla completa. Aquí, por halagar al cuerpo electoral, consumidor al fin de las tertulias mediáticas, los comentaristas se ceban sobre los partidos políticos, víctimas de las decisiones del cuerpo electoral al completo.

En teoría, se vota a unos candidatos en concreto porque su programa es el que más convence. Es casi seguro que si un par de legislaturas se diera algún tipo de coalición gubernamental, comenzaríamos a hablar de pasteleo y de que la «clase política» tragaba con cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder: ahí tenemos el caso italiano. Aquí ahora está de moda ponerlo de ejemplo y, sin embargo, en aquel país están hartos de lo que llaman, como poco, componendas con tal de alcanzar el poder.

En nuestro pueblo, sin ir más lejos, se mira con desaprobación a una formación como los de Podemos que, diciéndose estar con los de abajo, que viene a ser como proclamarse de izquierdas, promovió con su abstención la formación de un gobierno municipal de la derecha.

Hay confusión de sentimientos con esto de que haya que repetir unas elecciones a escasos cinco meses de las anteriores. Parece que no gusta, pero las muestras estadísticas apuntan a que, escaño arriba o abajo, se repetirán probablemente los resultados del recién pasado invierno, con lo que volveremos a oír a los comentaristas la matraca que la ciudadanía «ha votado que los partidos se pongan de acuerdo para gobernar». También es más que posible que, de alguna forma, varias siglas se pongan de acuerdo para formar gobierno. Escucharemos entonces a los sesudos tertuliano habituales hablar de las debilidades de la nueva coalición y nos presagiarán su rápida desintegración o, cuando menos, la pronta aparición de serias desavenencias que harán imposible la gobernabilidad de estado.

El signo de estos tiempos es, por tanto, proclamar públicamente el descontento con que existan órganos de gobierno, algo así como que con un cuerpo de funcionarios, y pocos, dotados de potentes medios informáticos bastaría para llevar las cosas públicas. Ni tan siquiera se discute acerca de la forma del Estado, tal es la situación de abulia actual. De ello se colige que estamos en las condiciones idóneas para que llegue un listo, o grupo de listos, que se hagan con las riendas del poder y actúen con modos totalitarios.

De momento, uno más atrevido creído de sí mismo que los demás ya ha osado decir que la propiedad privada de los medios de comunicación no debería estar en manos privadas y que lo ideal sería que fueran de propiedad estatal. Eso, que es teoría fascista, se ha tomado como una cosa aparentemente normal y hasta hemos visto opiniones de algunos profesionales de la información que lo han justificado y una mayoría que no ha puesto el grito en el cielo.

Proclamar el desprestigio de las instituciones políticas básicas, como indudablemente son los partidos, es garantía de que peligran muchas libertades de las que ahora disfrutamos; por eso tal tipo de opiniones, las que denigran el sistema de partidos, llevan consigo una alarmante carga de peligro social.