Inacción y mal gusto

Se nos echan encima implacables los chabacanos y mediocres carnavales de nuestro pueblo que algunos “grandones” o ingenuos reputan como de los mejores del Norte. La verdad es que, en realidad y salvo honrosas y escasas excepciones, muestran un sentido del humor que deja bastante que desear, falto de imaginación o ironía y tirando más hacia el insulto más o menos implícito y la ausencia del buen gusto o la imaginación. Abundan los que creen que Gijón es una ciudad tropical e intentan imitar ritmos de samba brasileña, cuando en realidad lo único que consiguen es dar pena por lo mal que se las arreglan con silbatos y tambores, con las consiguientes molestias al vecindario. Otros, pretenden imitar las charangas de Cádiz o las fiestas carnavalescas canarias con el consiguiente fracaso y la producción de vergüenza ajena. Hay un último grupo, por fin, que entiende este tiempo como una disculpa para las borracheras sin contención gracias al puente que propicia la fiesta local del martes de carnaval, infeliz hallazgo de la primera corporación de la democracia.

Se empeñan en hacer unas fiestas de calle, cuando lo tradicional en la ciudad eran unas fiestas de salón ya que se celebran en invierno y su clima más bien desapacible. Ni en esto el moriyonato ha sabido encontrar su propio modelo festivo, siguiendo con la inercia de las décadas anteriores, como se han atrevido a presentar como la gran cosa para la recuperación de la Tabacalera el proyecto ya presentado por la última corporación socialista.

Es como si el gobierno municipal de la caritativa cirujana le tuviera miedo a la villa, su concejo y su ciudadanía, un gobierno que, en lugar de liderar le tiene pavor a tomar cualquier tipo de decisión. Por eso, además del lógico espanto a una posible moción de censura, hacen todo lo que les pide el violento sindicato Corriente Sindical de Izquierdas, a la sazón disfrazado en la localidad y la provincia de la radical y desaforada formación política Podemos que, de todos es sabido, odia de forma irracional todo lo que tenga que ver con el socialismo y que impide que se dé un gobierno local progresista en coalición y tengamos un gobierno municipal caracterizado por el miedo y la inacción.

La verdad es que no estaría mal que se suprimiese del calendario la fiesta local del martes de carnaval, que sólo sirve para entorpecer la productividad de las empresas radicadas entre nosotros y se busque un emplazamiento más acorde con la necesidad de días lectivos. Tiempo hay con sábados en la tarde y domingos para celebrar los carnavales sin necesidad de este puente a desmano que tan poco se compadece con los tiempos que corren.

Las fiestas locales en Gijón son desgraciadas: la dos. Una que promueve la falta de productividad, como el martes de carnaval, y la otra, San Pedro, de corte confesional y clerical. No tenemos suerte en este ámbito y también el cambio debe llegar al modo de celebrar las fiestas. Para el verano, allá por la virgen de agosto, las sanguinarias y poco civilizadas actividades taurinas, donde unos cientos de personas se regocijan con la muerte de los indefensos bóvidos con el aplauso y la promoción municipal. ¿De qué estar orgullosos? Ni tan siquiera una plaza de toros de segunda, como la nuestra, sirve para la atracción turística, salvo la de cuatro forofos desocupados que se hacen el circuito veraniego y siguen el rastro de sangre hasta por las plazas portátiles.

No. Definitivamente no es para estar orgullosos de nuestro modelo local de fiestas que bien puede ser calificado peor y más bajo que de tercera división. Cuatro años ha tenido para avanzar, hacia la excelencia en este aspecto el moriyonato y lleva camino de que le pasen otros cuatro sin que aparezca el mínimo asomo de brillantez. Rutina y mediocridad. Este el resumen de nuestros mal llamados festejos.

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