Ceses a gogó

Es encantador que una señorona te cuente su vida y, si lo hace por las llamadas redes sociales o con algún tipo de publicidad, miel sobre hojuelas. Para que el rollo sea verdaderamente de marca mayor, la señorona tiene que escorar fuertemente a estribor, sin velos ni falsos velos de neutralidad. Es conveniente que cuente con un señor esposo más bien aburrido, blandito y que tire a la melancolía y que, por supuesto lo haga desde lugares tipo Somió, preferiblemente, La Moraleja. Cada uno tiene su propia terminología: la recordada cantautora Cecilia hizo un acertado retrato en su inolvidable pieza “Dama, dama”, aquella que era e alta cuna y de baja cama. Uno, como es de pueblo, se conforma con que su señorona de rigor sea de las medianías burguesas sin cunas demasiado altas ni camas profundamente hundidas y se conforma con una fachorra de aspiraciones literarias o, por lo menos, que no sea ágrafa del todo, porque entonces nos privaría del relato de sus quehaceres, es decir, una cotorra de club o cafetería no sirve a nuestros propósitos de entretenimiento, como no lo hace uno de esos sujetos habituales de partidas vespertinas y palillo en boca. Nuestra señorona literata ha de ser desinhibida e igual contarnos un viaje a la India, subida a lomos de un elefante, que colocarnos las habilidades de algún hijo, sobrino o nieto. Si la consejería de Cultura tuviera la suficiente sensibilidad, convocaría unas órdenes con algún plan de ayudas para señoronas bien con tendencia letrada de las que cuentan al público su vida sin rebozo alguno.

Los de la caritativa cirujana, cabeza del moriyonato local, han depurado una forma muy especial de poner a alguno de sus gestores de patitas en la calle: primero, lo filtran a su órgano de información local y luego, tras haberle dado unas vueltas y humillar a la víctima un poco, llevan la propuesta de cese al órgano colegiado correspondiente, en su caso, o lo firman directamente si el órgano concernido es unipersonal. En la fantasmagoría local tenemos a dos futuros cesantes: uno más adelantado que el otro.

El primero que está recibiendo el tratamiento es el ya cesado “in pectore” director de la Fundación de Cultura, para quien se pretende una sucesora –que no coincide con un nombre ya hecho público–, pero sobre la que se tienen dudas sobre si cumple con los niveles exigidos para el puesto. Sea lo que sea, se pretende que sea “de la casa”, más que nada para evitar experimentos o injertos que se puedan malograr. El todavía titular viene de la parte de aquel concejal canoro con el que los de Cascos nos obsequiaron en 2011 y cuyo mérito en la materia fue dejar como un erial a la Fundación de Cultura, que si necesitaba cambios no eran esos precisamente, con proyectos como el de la Tabacalera de Cimadevilla completamente paralizados y del que, ahora, vuelven a sacarnos unos dibujos en colores como si fueran la gran cosa, cuando ya había dibujos y proyectos desde antes de que se ocuparan de los destinos culturales locales bablistas y cantantes.

El otro sujeto pasivo del que sus jefes no ocultan ya públicamente las críticas –y por lo tanto en rampa de salida– es el también todavía director del certamen de cinematográfico de otoño: fantasma de los buenos porque suele aparecer como por ensalmo de no se sabe dónde y te coloca, a poco que bajes la guardia, sus fantasmadas de tal forma que te suelen dejar los bolsillos temblando. Lo peor es cuando las bolsas aflojadas son públicas, como es el caso de la cosa del cine. De momento, los responsables de su puesta en órbita no acaban de encontrar el momento adecuado para hacerle la cuenta y darle boleta. Probablemente el “non plus ultra” del tan desahogado como supuesto experto cinematográfico llegue con la rendición de cuentas del recién terminado ejercicio que ya se sabe, más que se barrunta, presentará una desviación monumental. Una vez aireado el tremendo déficit producido por enésima vez, habrá causa formal para el cese. De momento, ya se busca sucesor o sucesora, que todo puede ser.

Así estamos, entre señoronas grafómanas y gestores a punto de cesar, es que no ganamos para sustos. Y el gobierno municipal, con toda su cara dura, intentando vendernos lo de Tabacalera como el gran descubrimiento.

Apoyo envenenado

Confía Pedro Sánchez en la formación Podemos en su intento de llegar a la presidencia del Gobierno. Podría preguntar a sus compañeros socialistas de Gijón si la tal formación es de fiar. Porque llegar a tan alta magistratura del Estado apoyado, o consentido, por alguien que no es de fiar es garantía de fracaso o de quedar constreñido a los deseos totalitarios de tan poco confiable formación, como le sucede al alcalde socialista de Oviedo, políticamente en manos de la franquicia podemita ovetense.

Los modos leninistas, totalitarios y escasamente democráticos de Podemos lo invalidan como socio de una formación democrática. Aliarse con el partido de Iglesias Turrión para llegar al poder significa que el poder se quiere por sí mismo y ello, para la ciudadanía se acaba percibiendo y, como consecuencia, pagando electoralmente por ello. Por eso está Pedro Sánchez Pérez-Castejón encontrando tanta resistencia desde amplios sectores de su partido para aceptar una alianza de los socialistas con Podemos, porque junto a ellos para poco valdría encabezar el Gobierno de España.

Esta desconfianza la sienten también líderes socialistas regionales como Susana Díaz, en Andalucía; Guillermo Fernández Vara, en Extremadura; Emiliano García-Page, en Castilla-La Mancha o nuestro Javier Fernández. Y cuando se expresan así es porque conocen el sentir de la militancia de sus regiones y han sufrido experiencias nefastas en sus respectivas relaciones políticas con los integrantes de Podemos en sus zonas.

El camino elegido por Pedro Sánchez es tortuoso y peligroso. Por otra parte, su “chamberlainiana” política de apaciguamiento de las formaciones separatistas, al prestarle senadores socialistas, triste papelón el de los interesados, para que pudieran constituir grupo parlamentario en la cámara alta, a la búsqueda de votos en una posible investidura es otro error que ha significado una gran desafección de los afiliados, simpatizantes y votantes socialistas hacia el primer secretario del PSOE.

Todo ello, ese afán por llegar a la Moncloa a cualquier precio, parece más un intento por librar su propio pellejo a garantizar el bienestar de los españoles y da alas al PP y a sus argumentos de cara a una cercana y posible repetición de las elecciones generales.

 

Si mencionábamos ciertas tristes situaciones de los senadores socialistas “prestados” a los secesionistas, no son menos airosos ciertos papeles jugados, como el de la diputada socialista Adriana Lastra, que ha preferido apostar por las dudosas posiciones de Pedro Sánchez, alejándose de aquellas mantenidas por quien facilitó su ascenso en el escalafón del PSOE, que no es otro que el presidente asturiano Javier Fernández.

Y, a todo esto, con las aguas políticas nacionales en plena ebullición, en nuestro pueblo no pasa nada o, para ser exactos, se aplican las decisiones políticas de estricta doctrina, es decir, los asuntos cotidianos –y para eso con lentitud y deficiencia– y las decisiones económicas inherentes a la prórroga presupuestaria.

La gente de la caritativa cirujana, a la sazón minoritaria primera autoridad de la villa y su concejo, se dedica a la administración de los asuntos como si tratase de un “software” de gestión municipal: sin ideas propias ni iniciativa alguna y, como ya dijimos, hasta con un deficiente mantenimiento de nuestras calles, plazas, parques y jardines.

Decían el otro día que el pasado lunes, el tercero del año, fue el denominado como “Blue Monday” o lunes triste; el más deprimente, vamos. Por aquí, nos tocan unas cuantas semanas tristes. Y, sin embargo, aguantamos.

Veinticinco años

Hace veinticinco años que desapareció la antigua Radio Minuto de Gijón y, de un día para otro, en Año Nuevo, apareció en su lugar Radio SER Gijón. Una radio fórmula daba pie a una radio de las llamadas convencionales. El proyecto Radio Minuto se había convertido en un éxito radiofónico en escasos siete años de vida, pero, curiosamente había funcionado bien del todo sólo en dos lugares: Barcelona y Gijón; así que los directivos de la cadena decidieron cambiar de producto como quien se cambia de boina. Coincidía que de nuestro pueblo había desaparecido hacía unos años la franquicia de la SER y el único poste con el que contaba la radiodifusora en la comarca era la del 96.5; la decisión fue la normal entonces: con la entrada del primer día de 1991, de los diales asturianos desaparecía Radio Minuto y aparecía SER Gijón. Quede para la historia que el último locutor que hizo el turno de servicio para aquel Minuto fue Andrés Vega.

Y, con la aparición de Radio SER Gijón, apareció uno para sumarse al equipo existente. Un grupo de excelentes profesionales que, entonces, estaban ligeramente desconcertados pues la mayoría de ellos, éramos tan jóvenes entonces, habían dedicado todos sus afanes en las ondas a fabricar una radio fórmula, por lo que aquello de los programas en los que la voz primaba sobre la música era nuevo para ellos. De un día para otros, ellos, bregados en mil batallas, pasaban, eso creían, a la categoría de becarios. ¡Qué equivocados estaban! Al tratarse de excelentes profesionales su adaptación fue inmediata: de medir sus parlamentos para Ajustarlos a las entradillas de los discos, pasaban a realizar parlamentos más extensos, se tuvieron que sumergir en el género de la entrevista en lugar de pedir a sus entrevistados presenciales o telefónicos que sintetizaran sus respuestas en treinta segundos, a tratar con los oyentes en antena y no sólo desde una redacción que, acostumbrada a la inmediatez, pasaba a tener además que realizar los informativos locales al uso en los que resumía la actualidad de una mañana, de una jornada o, incluso, bien tempranito del día anterior con las previsiones de lo que iba a pasar en el día que apuntaba.

Allí me encontré con gente maravillosa que pelearon por conquistar el favor del público, cosa que pronto se logró. Alguno nos falta ya, como Paco Seijo, excelente locutor que, pese a su juventud, tenía muchas vidas detrás como haber sido empleado de pizzería en Londres o guardia civil en las Vascongadas en los años del plomo, pero con un amor por la música y un conocimiento de todos los géneros del pop y el rock que te podían dejar pasmado. Y junto con él, la muy sensible Toni Rodero o la lanzadísima Montse Martínez y el ya mencionado y reposado sicólogo Andrés Vega. Con los hermanos Poncela, Nacho y Pachi, en la redacción a la que se sumó primero Ana Nicieza y luego Marta Reyero. Con un Rafael Cuesta en el departamento comercial que lo vendía todo para pronto volar a su propio Negocio y dejar en su lugar a Pablo González-Palacios, actual director de la emisora. Y Manfredo Álvarez en los deportes, llegado de la irreverente Radio Kras, lleno de sano sportinguismo y unos jovencísimos becarios alrededor como aquellos primeros “jóvenes y campeones, Juanma Castaño y Ricardo Rosety, pronto devenidos, a su vez, en magníficos informadores deportivos. Con el técnico Marcos Puerta y con Joaquín Fernández-Carvajal que era ya algo más que el administrador. Todo aquello claro está, tenía un alma; toda empresa necesita una cabeza: un magnífico director, Javier Asenjo, que supo hacer número uno una radio fórmula como Minuto y antes los 40 Principales y luego una radio de toda la vida como SER Gijón.

A pesar de pertenecer a una cadena, la filial de la gran cadena en Gijón parecía sólo de aquí. Una anécdota describe la situación. Tan magníficamente se ensamblaba la programación local con la nacional y tal era la calidad del producto local que la madre de una de aquellas compañeras de entonces le comentó un día: “mucho se habla ahora de Gijón en la SER”. Hasta tal punto se insertaban los tramos locales y nacionales.

Los que salen mal en el EGM suelen poner en solfa el sistema de medición. Es imperfecto, pero todos están de acuerdo en que indica perfectamente una tendencia y ese estudio nos cuenta desde hace lustros que SER Gijón es la emisora preferida de la mayor cantidad de oyentes en la comarca y en Asturias. Orgulloso de haber colaborado en ese sensacional proyecto, vaya nuestra felicitación por sus bodas de plata. Que los éxitos sean por muchos años.

Fechas imposibles

Aquí, todo vale ya para la controversia. Por ejemplo, una ciudadana de la FAES, esa fundación de la derechona popular, Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, XIII marquesa de Casa Fuerte y que fuera diputada del PP en las dos anteriores legislaturas, no le perdonará jamás, según divulgó en Twitter, que a su nena de seis años no le convenciese el traje del rey Gaspar que la organización de la cabalgata madrileña proporcionó para ornato del egregio personaje llegado de Oriente. Tal fue el enfado de la mosqueada Cayetana que también tuvo a bien informarnos que no se lo perdonará jamás a Manuela Carmena Castrillo, a la sazón alcaldesa capitalina. La verdad es que los atavíos con que revistieron a los Reyes Magos de Madrid, al decir de reputados observadores, parecían estar cortados malamente a partir de cortinas de baño, pero a los niños parecía no importarles demasiado, ¡que coime! Salvo claro está a la hija de la marquesa Cayetana de la FAES popular.

En nuestro pueblo, un animoso grupo de animalistas pidió en considerable número al ayuntamiento que no utilizase animales en la cabalgata de reyes y, a cambio, los diligentes responsables de Divertia hicieron llegar a los Magos en unas jóvenes camellas alquiladas en Cantabria: todo sea por chinchar. En la de Madrid no hubo animales, pero tuvieron cortinas de baño. Aquí tuvimos camélidos, pero abundaron terciopelos y oropeles, vayan unas cosas por las otras. Nuca habrá espectáculo a gusto de todos. >A otros nos irrita y confunde la sobreabundancia y acumulación de los cachorros de nuestra especie, y nos irrita la agresividad de los adultos que ocupan las calles que ni permiten circular a los desgraciados peatones que se ven obligados a transitar o cruzar por alguna de las calles de la malhadada cabalgata.

El día de la fiesta, aparte de ver las primeras de todos los papeles con los desfiles correspondientes, los de las radios demostraron en todos sus niveles –local, regional y nacional– con tiernas entrevistas a melindrosos infantes que nos contaban lo que les habían traído los Reyes Magos. Dos días para borrar del calendario el cinco y el seis de enero. Cuánto más elegante el 28 de diciembre, festividad de don Herodes, día hábil a efectos laborales y en el que todo el mundo se aplica a sus tareas más o menos habituales sin infestar las calles con la infancia desatada.

Porque nos toca vivir unos tiempos en los que la infancia está sobreprotegida y sus caprichos son ley en una mayoría de familias. Si a ello añadimos el descrédito de la autoridad de maestros y profesores, a la que contribuyen muchos progenitores que no parecen haber finalizado su periodo de maduración –habiendo permanecido en el estadio de niños maleducados y con su formación incompleta– tendremos un panorama desolador. Y esta situación invade todas las capas sociales, como demuestra el berrinche de la marquesita popular Cayetana, sin mayores distingos.

Cuando crezcan y estén en condición de mandar los de esta generación que ahora ya, tan expeditivamente, critican la vestimenta de un rey mago con seis añitos, es probable que a uno le importe ya un pito lo que hagan o dejen de hacer. Ellos se las tendrán que arreglar y este pensamiento reconforta. Entonces tendrán que vérselas con problemas de verdad, probablemente de supervivencia, y no les quedará más remedio que se les quite de golpe la tontería que sus padres ahora inconscientemente les inculcan.

Es una creencia general que la inocencia de la infancia es un estado ideal, y sin embargo es un momento en la vida de las personas que nos hace frágiles y dependientes, como pequeñas bestias inútiles que es preferible pasar cuanto antes. Lo llamativo es que a padres y abuelos les caiga la baba por esta carencia de las personas menores en su afán de posesión. De ahí, y del estado del bienestar y confortabilidad en nuestras sociedades, la tontería con la infancia. En otras partes del mundo, quizás en un salvaje contrapeso de la balanza, hay niños esclavos que realizan trabajos penosos o simplemente se mueren de hambre.