Oscuro objeto de deseo ferial

La Feria de Muestras de Asturias, con sede en Gijón, se ha convertido en objeto de deseo para aquellas cámaras de comercio que, por mor de la nueva Ley y al haber perdido la pertenencia obligatoria de todas las empresas y por ello sus cuotas, han entrado en pérdidas.

De las tres cámaras que hay en Asturias –Avilés, Gijón y Oviedo– solamente la gijonesa ha presentado un pequeño superávit, presentando sendos déficits la avilesina y la ovetense, siendo esta última monumental. ¿Cuál es la razón? La existencia de la Feria de Muestras que gestiona y cuyos derechos pertenecen a la cámara de Gijón. Por eso, con potente tambor, se reclama desde Carbayonia pronta y acelerada unificación de los tres entes camerales de nuestra provincia. Pues vayamos con calma, que las cosas no son tan fáciles como hacer una tortilla a la francesa.

Perdida la obligatoriedad de afiliación y por ello desaparecido el conocido legalmente como recurso cameral permanente, las cámaras de toda España han tenido que someterse a dolorosas operaciones de adelgazamiento, de supresión de gastos, lo cual afecta, entre otras cosas al empleo. Son deberes de obligado cumplimiento en aras de la supervivencia, pues una cámara de comercio no puede acumular pérdidas indefinidamente. Para ello, además de las correspondientes operaciones de disminución de puestos de trabajo, deben aguzar su ingenio para ofrecer una cartera de servicios, de entre los que permite la Ley en amplia horquilla, para hacer atractivo su uso por parte de las empresas.

Los hay que no saben, no quieren o no pueden ni desprenderse de una parte de su personal ni aguzar el ingenio y, en su lugar, se lanzan a codiciar los recursos ajenos. En nuestro pueblo se da la feliz circunstancia de que la correspondiente cámara es titular indefinidamente de la Feria de Muestras de Asturias y que es propietaria, en una cuarta parte, del consorcio titular de los terrenos en donde se celebra el evento, luego no es cierto, como el tam-tam se lanzó presuroso a proclamar para confundir al personal que “la concesión de la gestión ferial” venza en el 2018. Lo que vence es el contrato de arrendamiento de los terrenos, como ha venido sucediendo en ocasiones anteriores y como se han venido renovando, con las modificaciones de rigor, sobre todo económicas, en el pasado.

No corre tanta prisa, por tanto, a la cámara de esta villa marinera una fusión con las otras dos existentes. Posiblemente se termine por llegar a esa circunstancia, pero hay mucho que ventilar primero. Es difícil que los otros intervinientes en el consorcio del recinto ferial, en pie de igualdad con la cámara gijonesa como el Principado, Liberbank o el ayuntamiento de esta villa marinera, cambien el destino de los terrenos junto al Piles para un fin distinto de ser utilizado para la celebración de las diferentes ferias pertenecientes a la entidad gijonesa.

Caminar hacia la fusión de cámaras en Asturias, sin duda, pero atropellos o expropiaciones, ninguna. Arreglar las pérdidas millonarias de la cámara ovetense es tarea difícil y en los tiempos que corren ni tan siquiera con la fusión de marras se arreglaría el entuerto. Por eso es imposible acometer a bote pronto fusión alguna: significaría no arreglar lo que está muy estropeado y desgraciar lo que está funcionando, a base de sacrificios y buena gestión, moderadamente bien.

A todo esto y mientras suenan estos intranquilizadores y persistentes tambores, el gobierno del ayuntamiento de la localidad guarda un ominoso silencio al respecto. No es de extrañar, pues las gentes de la caritativa cirujana son los grandes especialistas en dar la espalda a los problemas por venir y proveer, para atajarlos, las correspondientes medidas políticas. Y no lo podemos fiar todo a la sensatez demostrada hasta ahora, y menos mal, por el gobierno del Principado.

Otro engaño ferroviario

Han terminado, por fin, los festejos del barrio alto. Los de los horrísonos tambores tendrán que reprimir sus expansiones más o menos hasta el carnaval. Por cierto que una interesada tocante de tan fastidioso instrumento, o por lo menos adlátere, considera que comentar que meten ruido y que, en lo referente a sus habilidades, son unos maletas es un insulto, cuando en realidad se trata de un mero diagnóstico de la realidad. Sin embargo, la agresión auditiva que provocan no es considerado como insulto al buen gusto ni agresión a la tranquilidad a la que el vecindario tiene derecho. Extraña manera de contemplar la realidad. Bien está que haya vuelto la paz, que hayan despejado los Jardines de la Reina de los anacrónicos tiovivos y coches de choque infantiles y que los malhadados altoparlantes no nos achicharren desde el cerro con los alaridos de formaciones de baratillo y que el mal gusto quede, hasta mejor ocasión, guardado en la intimidad de los hogares.

La caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa, y su fiel escudero el concejal Couto fuéronse a Madrid y han vuelto aparentemente encantados, a pesar de la nueva finta que les ha hecho la ministra Ana Pastor. Los de aquí se creen que han salvado la centralidad de la nueva estación de trenes y los del ministerio madrileño han logrado retrasar diez años, más o menos, la construcción de la susodicha terminal ferroviaria, es decir, han ido a Madrid y han vuelto engañados y, para colmo, pretenden vendérnoslo como un éxito cuando se trata de un clamoroso fracaso, uno más a los que nos tiene acostumbrados esta inútil gente del equipo municipal de gobierno del Foro casquista.

Lo de la tan cacareada centralidad es una mendacidad de gran calado, pues la estación en Moreda sólo afectaría a los largos recorridos, ya que el túnel de la risa exige una estación entre la plaza de Europa y el final de Begoña, al estilo de la que en Oviedo existe en Llamaquique, para los trenes de cercanías y otra aún más allá, cerca del Somió del alma de la primera autoridad.

A la delegación municipal gijonesa le han aplicado el viejo truco que los técnicos de colmillo retorcido que habitan los ministeriales despachos de Fomento. Y, para colmo, a escasas semanas de unas elecciones: en esta legislatura no les dará ni tiempo a redactar el primer folio del estudio de impacto ambiental de la pretendida nueva instalación.

No es de extrañar que los socialistas hayan salido con toda la artillería a denunciar el engaño a que han sometido a quien como cirujana es posible que sea experta, pero que como alcaldesa no tiene media torta: la buena mujer no se entera de la fiesta. Por ponerlo en los términos taurinos que a ella tanto complacen, la han despachado con un par de pases y sin necesidad prácticamente de vara alguna. Y aquí la tenemos, aparentemente feliz, devuelta a corrales enterita y vera por mansa manifiesta.

Hemos asistido a una nueva vergüenza, la que siente aquel que, aún no compartiendo los predicamentos políticos de un gestor público, ve cómo es engañado sin esfuerzo alguno por una entidad ministerial. Hay que tener mucha ingenuidad o cara dura, que a estas alturas ya es difícil de discernir, para volver al pueblo con la sonrisa puesta, como si se hubiera coinseguido algún éxito, cuando la sombra de un nuevo fracaso cubre la propia gestión.

Así ha celebrado Moriyón los primeros cien días de su segundo mandato: ninguneada en Madrid por Ana Pastor, la ministra del PP, por lo que no es de extrañar el ominoso silencio del exiguo grupo popular local. La verdad es que ña derecha en nuestro pueblo sólo cosecha decepciones y desengaños colectivos. Menudos linces.

Cuestión animal

La molesta pertinacia de un grupo de ciudadanos que, con poco seso, se dedican a perturbar la tranquilidad de los habitantes del barrio alto y alrededores es digna de pasar a las páginas del gran libro de la imbecilidad humana. Se ignora el placer que pueden hallar en hacer la vida imposible al prójimo mediante el horrísono resultado de su actividad. Quizá si, por lo menos, lo hicieran bien, mercarían una disculpa, pero es que, para más inri, son malos a rabiar: hasta para tocar el tambor hay que saber. Se supone que ellos, los pobres, se creen unos virtuosos, pero lo único que consiguen es poner de los nervios, no ya a las personas sensibles, sino a un amplio espectro de la ciudadanía. La verdad, es que las fiestas del barrio alto, como los carnavales, son una disculpa para el despliegue a tutiplén del mal gusto. Pero, aunque nos cueste creerlo, hay a quien entretiene y le parece de perlas. A la mayoría nos toca aguantar de la mejor forma posible, esto es, con estoicismo y paciencia hasta que los amantes del cutrerío local se colmen en sus desgraciadas expansiones y se queden tranquilos para una temporada. Por lo menos hasta el despliegue carnavalesco, más desagradable y feroz aún si cabe. Y nos queda una semana de molestias con la prórroga de la Soledad, así que, más aguante.

Unos felices dando la tabarra con sus tambores y otros tan felices con su capillita. El beaterío de la Guía, con su fray arzobispo, sus curas, sus monjitas, sus supernumerarios y demás pías personas inauguraron con gran jolgorio un pequeño recinto para la imagen de la virgen del barrio, exiliada en la sede parroquial de San Julián y ahora, unos cientos de metros más allá, colocada en su capillita “ad hoc”.

¡Qué fácil aparenta ser feliz la gente: unos con sus tambores y otros con sus capillas! Modos de consolación para quienes, como casi todos, necesitamos escapatorias a los avatares de lo cotidiano. Noticias neutrales ya sean de celebraciones festivas, funciones religiosas o de corte más neutral como conferencias o exposiciones artísticas.

Nada de cicaterías presupuestarias o cabezonería y persistencia en la tortura animal, como la derecha local ha impuesto en el ayuntamiento con la abstención del mayor partido de la izquierda que, a diferencia de su gente más joven, es decir, su futuro, han caminado por la senda de la tibieza sin la valentía suficiente para suprimir un anacronismo salvaje, al menos en nuestro pueblo. La cuestión de la supresión, de todas maneras, es cosa del tiempo y en breve.

Otrosí, con los perros en la playa, para los que los gobernantes foristas no encuentran lugar adecuado donde puedan acudir. Parece que se pretende habilitar el arenal de Serín de acceso con pronunciadas rampas por la ladera de la Providencia. Los propietarios/compañeros de los perros solicitan una arena más arrimada el centro, al alcance de un breve paseo para la mayoría de la gente. Parece mentira que siendo el nuestro un pueblo donde abundan en gran manera los animales de compañía, los munícipes, del gobierno minoritario y de la oposición, muestren tamaña insensibilidad, cuando es la sensibilidad, precisamente, uno de los rasgos que debe definir la actuación de los gestores públicos. Este tipo de deficiencias indica un nivel bajo que no augura nada positivo. Porque, no lo dude nadie, las cuestiones del trato, bueno o malo, a los animales es una cuestión que cada vez será más tenida en cuenta a la hora de decidir el voto por esta o aquella formación política. Hay decenas de miles de animales de compañía en la villa y su concejo y, para muchas familias, el perro o el gato es un integrante más de ellas. Quien no lo tenga en cuenta o sepa analizar en su justa medida, será una formación en declive.

La municipal es una política de proximidad, se dice, y junto a los asuntos generales, con su propia enjundia, hay otras que van tomando forma y que son peculiares de cada lugar y el nuestro es plaza en la que la sensibilidad por el trato, toros incluidos, que se da a los animales se tiene en cuenta, y mucho, cada día más. Que nadie dude que a un grupo social o ciudadano se le puede juzgar perfectamente por el trato qie proporciona a sus animales, por eso a las instituciones públicas les corresponde ir por delante y aplicarse en una labor pedagógica con los hechos, es decir, con las normas que emiten.

Esperanzas portuarias

Se decía el otro día que restaban las fiestas de Cimadevilla para terminar con los ruidos veraniegos. Hasta ahora los del tambor no han desplegado su afición de más que dudosa bondad, pero de indudable molestia, aunque han hecho acto de presencia algún día que otro con sus horrísonas monsergas. También desde el cerro han comenzado los ruidos nocturnos con sus espectáculos de tres al cuarto. El antiguo barrio marinero, pesquero y portuario, convertido hoy en recinto de masivo ocio nocturno aguanta estoico el papel poco airoso, pero bastante mejor que el de épocas pasadas de no hace tanto, que el destino le ha deparado en el entramado ciudadano.

Por el puerto de ahora corren tiempos de cambio. El cambio de gobierno regional ha significado un cambio en la cúpula portuaria. Falta hacía algo que removiera las demasiado estancadas aguas de las dársenas muselinas, convertidas en albercas donde casi no pasaba nada y lo que pasaba no era positivo. Hay un atisbo, más que de ilusión, aunque de fundadas esperanzas de que se active la gestión o de que, por lo menos, se sepa que hay una mano que sujeta el timón en alguna dirección concreta, tal fue la atonía de los últimos años, donde los gestores portuarios parecían haberse retraído a sus conocidas covachas muselinas.

Se puede tener el mejor equipo comercial que si no hay una política portuaria definida, se estrellarán y no cuajarán sus gestiones. Por ello, es necesario que pasen cosas por arriba para que las tareas comerciales rindan sus frutos. En este sentido, la práctica intervención por el ente Puertos del Estado de la Autoridad Portuaria de Gijón, debido a la tremenda deuda acumulada por los sobrecostes de la ampliación del superpuerto, hacen que la gestión de las instalaciones gijonesas sea muy peculiar, con un órgano de gestión decidido por el gobierno regional y un gobierno económico de la institución fuertemente condicionado por el agente centralizado que controla los puertos de interés general.

La relación puerto-ciudad, sin ser la peor posible, ha sufrido también un estancamiento. No ha avanzado. Las dársenas locales y su marina deportiva mantienen su viejo estatus, sin que se haya ni tan siquiera hablado, y hay que hacerlo a tres bandas, de la reversión de su titularidad a los puertos autonómicos y encomendando su gestión al ayuntamiento gijonés, pues poco sentido tiene que un puerto comercial e industrial como el Musel lleve los destinos, con el deplorable resultado que se puede contemplar, de unas instalaciones de uso eminentemente recreativo y turístico. Así que, también en este aspecto, habrá que empezar a hablar y que los técnicos –los de todas las partes–, en lugar de escurrir el bulto, comiencen a trabajar en el asunto.

Hay que desearle al nuevo presidente portuario, Laureano Lourido, acierto en su gestión y mucha paciencia, que la va a necesitar, para que se agiten de nuevo las aguas muselinas. Queda el reto de convertir al de Gijón en un puerto ordenado en el que cada cosa esté en su sitio y no menudeen, esparcidos por aquí y por allá los montoncitos de los más diversos materiales.

Por delante está, también, la cuestión medioambiental. Ya no vale, claro, argumentar que primero estuvo el puerto y, después, se le acercó la ciudad y dejar las cosas en el mismo estado que estaban. Los nuevos tiempos requieren soluciones, aunque estas no sean en el cortísimo plazo, sí deben comenzar a planificarse para, por lo menos, dar una esperanza de solución a los vecinos de la zona oeste de la ciudad. Ya sabemos que el puerto no es la única, ni probablemente la principal, fuente de contaminación en tan importantes barrios de la ciudad, pero la actitud de sus gestores debe ser un espejo en el que otros se miren, entre otras cosas, por ser una entidad pública.

En fin, se abre en el Musel un tiempo nuevo y esperanzador. Es lo que importa. Y, si por el camino, se consigue que el gobierno municipal se convierta en un agente colaborador en lugar de un ente pasivo en materia portuaria, habremos dado un gran paso.

Se terminó la fiesta

Pasado con éxito, no exento de agua, el festival manzano-sidrero, ya solamente quedan los eventos de los Remedios y la Soledad para terminar en este nuestro bonito pueblo con los molestos ruidos que provocan los diferentes festejos que desde julio nos asolan. No hay compasión municipal con la contaminación acústica. Si la del aire les importa un pito, ¿cómo la del ruido no les va a traer al pairo?

Existe entre una gran cantidad de público una relación directa entre lo que se reputa como “animación festiva” y cantidad de ruido; y los munícipes se apuntan al carro sin pensarlo dos veces. El caso es que, a falta de la necesidad de contarles la propia vida y de cómo pasé estos meses de verano –más que nada porque seguro que no le importan a nadie–, me regocijo en la realidad de que finiquitan los festejos, sus ruidos y las suciedades que provocan. No hay que ser técnico de la municipal empresa de las limpiezas urbanas para saber en qué estado quedan los lugares donde se celebró algún evento porque salta a la vista: siempre hay unas pocas horas, en ocasiones minutos, entre que termina, pongamos por ejemplo, una hoguera sanjuanera o un festival de escanciado y el que se inician las labores de adecentamiento para observar el rastro apestoso de la fiesta. No crea nadie que en esto somos diferentes a otras poblaciones: la relación fiesta, ruido y porquería es consustancial en todo lugar que se precie de disfrutar de un evento popular entretenido. Hay que ver a los encargados de la limpieza en Buñol cómo se afanan prácticamente en cuanto pasa la turbamulta entomatada y su eficacia para limpiar la pulpa del fruto colorado que lo cubre prácticamente todo, o las brigadas de limpieza que en Pamplona se afanan de madrugada en retirar la suciedad dejada cada día por los sanfermineros.

Todo barrido y baldeado por aquí, lo que toca es el comienzo del curso político municipal transcurrido el periodo vacacional. Se puede decir que comienza ahora prácticamente el mandato edilicio. Es en este momento cuando nos metemos prácticamente en harina y el minoritario gobierno municipal tendrá que ir tejiendo sus alianzas si quiere sacar adelante asuntos tan enjundiosos como los presupuestos locales para el año entrante que está a la vuelta de la esquina.

Ahora es cuando vamos a ver si la caritativa cirujana, devenida en alcaldesa, sirve para algo políticamente o es, como ha venido demostrando hasta ahora, un simple bluf. La división de la oposición por babor, debido al odio que los dirigentes de Podemos gijoneses y asturianos sienten por el PSOE, consiguieron que Moriyón repitiese mandato. Ahora vamos a ver si tragan con unos presupuestos ultraconservadores, en donde se prima a los bancos por encima de la gente, o cumplen con sus promesas. Aquí es más difícil aplicar pacto del astillero que valga, si es que a alguno le queda u n mínimo de sentido común o de decencia política.

Esto es lo que nos queda por ver en las semanas venideras y comprobar si la segunda fuerza municipal, los socialistas, consiguen tomar el pulso certero de una oposición eficaz que consiga se vayan enmendando las barbaridades que los de Foro suelen pretender se lleven a cabo para desgracia ciudadana. Es una tarea difícil la de asumir una responsabilidad de gobierno, pero desde la oposición, con todas las limitaciones que ello conlleva. Y junto al PSOE local, los de IU con similar responsabilidad, igualmente crucial, pero aminorada por el número de sus concejales. De los nuevos se espera poco, inmersos como están en sus propias estrategias despegadas de la realidad ciudadanas y sumergidas en sus populismos que a poco conducen