Lo posible y lo imposible

Lo que, por estas fechas en 2011, sumaba catorce en nuestro pueblo, hoy suma, como mucho, doce; y lo que entonces sumaba trece, a fecha actual, suma quince. Esa es la realidad de lo que han hablado las urnas. Lo que cambia es el reparto de siglas, pero no el sentimiento del electorado. Gijón se ha decantado mayoritariamente por la izquierda.

Debido a esta realidad, la caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa casquista –sin Cascos– en funciones, tiene la osadía de arrastrarse políticamente y ofrecerse para un pacto con aquellos que calificaba no ha mucho algo así como extremistas de izquierdas, ella, tan pía y tan de derechas. No tienen empacho Moriyón ni su Couto del alma en intentar un salvamento de sus muebles políticos a costa de lo que sea: les puede más el odio a lo que suene a socialismo que su propia dignidad política.

Como tampoco les queda dignidad a sus turiferarios y “supporters” mediáticos en pillar por banda a Suárez del Fueyo e interrogarle con nada disimulada insistencia por el asunto portuario, más que nada por ver que se pesca en esas aparentemente procelosas aguas. Y lo que sale es un pancho: la primera autoridad en funciones está en la relación de consejeros enviados a la Audiencia Nacional, porque ella misma, la aparente mosquita muerta del bisturí, aprobó con su voto la liquidación definitiva de la obra muselina, asistida de aquella por un presidente del consejo de administración interventor del Estado que algo sabía de cuentas públicas. Esto de malmeter hay que saber muy bien cómo se hace porque, de lo contrario, la jugada sale al revés de lo pretendido. Pero dejémonos de idioteces y de fruslerías y vayamos a lo importante, a lo que cantó el recuento de papeletas electorales.

La gente ha pedido en Gijón más izquierda y menos devolver dinero a los bancos antes de plazo antes de atender necesidades sociales perentorias, como se dedicó a hacer el moriyonato durante el mandato ahora finiquitado. Y a estas realidades tan descarnadas, tan de supervivencia es a lo que deben atender los elegidos y las formaciones de la izquierda a la hora de dirigirse los unos a los otros. No son ya cuestiones de matices: es un asunto de supervivencia de ciudad, de atención a quienes más lo necesitan, no a tener contentos a los convecinos de Somió y lucir en la procesión de la festividad del Carmen.

Cómo realicen sus encajes ya no es cosa de una ciudadanía soberana que ha hecho ya su trabajo y que, como consecuencia de él, ha lanzado un mensaje muy claro: pónganse ustedes de acuerdo y no nos hagan pechar más tiempo con un gobierno local de la derecha que nos ha hecho polvo a los más débiles durante cuatro años.

No es tiempo para juegos ni para dilaciones. Llegada la hora de la verdad, el público espera racionalidad y un cambio del actual estado de cosas.

El asunto se tiene que sustanciar en menos de tres semanas por lo que sería conveniente que se fuera despejando el terreno y que la línea entre lo posible y lo imposible quedara nítidamente marcada, porque, de lo contrario, la buena gente de esta villa y su concejo se quedaría un tanto pasmada y sin entender nada. No es apremiar a nadie, pero hay tres fuerzas políticas, por babor, que necesariamente han de realizar todos sus equilibrios y encontrar el imprescindible punto de acuerdo que favorezca a una mayoría que ha exigido cambio, lo cual pasa por darle la vuelta a la situación que venimos padeciendo hasta ahora. Eso es lo que importa de verdad y no hay otra.