Cuestión explícita

Toca en fechas como estas poner lo de siempre que hay elecciones, de lo que sea a la vista. En España, los medios de comunicación o los que emiten su opinión en ellos, salvo raras excepciones, hacen justo lo contrario de lo que está bien considerado y aceptado –e incluso exigido por la clientela– en otros países democráticos: que hagan explícitas sus preferencias de voto. Aquí, no. Nadie lo hace explícito, pero casi todo el mundo se entera de las preferencias de cada cual. Probablemente, esto nos viene como herencia de la Transición que tenía sus reminiscencias franquistas: que había demasiados medios públicos y, a estos sí, se les exigía la debida neutralidad. Pero, ¿y ahora, ya desde hace lustros, en los que la mayoría de los medios son de propiedad privada?

¿Y los que firmamos con nuestro nombre y fotografía? ¿No tienen derecho nuestros lectores a conocer fehacientemente nuestras preferencias por una u otra formación política, más que nada para no aparecer como quien tira la piedra y esconde la mano? Parece obligado para cualquier comentarista de la cosa pública hacer explícitas sus preferencias para que los lectores, oyentes o espectadores no tengan que hacer clase alguna de interpretación o corran el riesgo de confundirse. Pero, sea por lo que fuere, aquí no se lleva eso. Sin ir más lejos, en este techo que nos cobija, sólo he leído a un importante exdirectivo bancario decantarse con claridad. Hacia él mi admiración y respeto por su actitud que, a su vez, es una muestra de respeto por sus lectores: al habernos contado sus preferencias no es ni más ni menos que antes ni su credibilidad a disminuido: todo lo contrario, ha aumentado, porque ha demostrado que no pretende, ni de lejos, que nadie se equivoque con él. Así que, siguiendo esa tan respetable estela, toca ser explícitos.

Mi voto no irá a los del FAC fundado por Álvarez-Cascos y regentado en nuestro pueblo por esa caritativa cirujana que devino en alcaldesa de chiripa, gracias a la rendición y falta de visión del PP de entonces, comandado por la equivocada Pilar F. Pardo. Moriyón y su gente paralizaron Gijón y realizaron una política sectaria. Nada nuevo trajeron y lo poco que hicieron fue estropear o empeorar lo que estaba funcionando razonablemente bien.

Tampoco llevará mi voto el PP, primero por haber apoyado, primer gran error e inconveniente, las políticas atrabiliarias de Foro y por sus impresentables peleas internas, segundo gran fallo, que los han hecho parecer en ocasiones no ya dos, sino tres partidos políticos diferentes, y por ser los representantes entre nosotros del mismo partido, el de Rajoy, que gobierna España a golpe de recorte y fastidiar a los más desfavorecidos.

Como nací antes de la aprobación de la Constitución de 1978 no puedo votar a Ciudadanos, primero porque son derecha pura y dura disfrazada de centro, y segundo porque no puedo favorecer a quien piensa que todos los que sobrepasamos una cierta edad estamos invalidados para la gestión pública.

De Podemos, al otro lado del espectro, ni hablar. Su populismo, su falta de coherencia entre los dichos y los hechos y las sospechas, fundadas en la historia de sus líderes, de que tienen un programa oculto, los hacen dignos de toda desconfianza.

De otras formaciones ya minoritarias como IU o UPyD, ya para qué seguir.

Nos queda el PSOE, partido más que centenario, que presenta para la alcaldía un candidato merecedor de confianza, José María Pérez López, “Josechu”. A la lista que él encabeza irá mi voto, por si a estas alturas no estaba claro. Me parece el más adecuado para que Gijón vuelva a la senda que nunca debió abandonar: la del crecimiento, la atención por los menos favorecidos y del cuidado extremo por la ciudad y sus servicios públicos. El Gijón que logró ser mejor durante los ochenta y noventa del XX y hasta 2011 porque ni se resignó ni jugó a la política de la señorita Pepis, sino que formó equipos de trabajo que supieron atender las principales necesidades ciudadanas.