Propuesta de normalidad

El candidato socialista, José María Pérez, “Josechu”, en visita que giró a Cimadevilla el otro día, declaró que pretende negociar con la Autoridad Portuaria que la zona de Poniente y el Muelle pasen a ser regidas por el ayuntamiento en lugar de, como hasta ahora, por el puerto. Se da ahora la paradoja de que hasta la línea de edificaciones y su acera aledaña sobre el puerto deportivo, la competencia es municipal, pero de la calzada hasta la lámina de agua es el Puerto quien lleva el asunto. Para entendernos, un ejemplo: las farolas de la acera de los edificios las tiene que instalar, alumbrar y mantener el ayuntamiento y las del otro lado, las del paseo, la autoridad portuaria. Los permisos para las terrazas hosteleras o los puestos de helados en el Fomento o en los Jardines de la Reina son autorizaciones portuarias, así como son concesiones de dicha autoridad el acuario o el edificio de talasoterapia, a pesar de que paradójicamente el acuario, mediante convenio, está cedido al ayuntamiento… Pero, para poner una marquesina de autobús en la calle de Rodríguez Sampedro, el consistorio necesita el permiso portuario.

Por fin alguien habla claro acerca de un hecho peculiar que no tiene sentido: que una parte de la ciudad la gestione un puerto. Es más, el puerto deportivo debería ser también un asunto municipal –y más concretamente de su departamento turístico– que portuario. Pero hay miedo a las cuestiones económicas. Que un candidato muestre las ideas claras y tenga el valor, sin falsos temores, al hecho de asumir competencias que son claramente municipales dice mucho a favor de dicho candidato. Iba todo ello en un paquete que tiene que ver con el resurgir del barrio de Cimadevilla, que ya va necesitando de otro toque de espíritu para su progreso.

A ver si se animan el resto de los candidatos y muestran el mismo valor que el socialista para dejarnos claras sus intenciones antes de las elecciones y también terminan por asumir que Gijón llega por la parte de Poniente hasta el borde del agua, no hasta la línea de edificios, tal como viene sucediendo peculiarmente hasta ahora. Se nos puede decir que esta situación no es tan singular que en esto no es nuestro pueblo tan diferente de otras ciudades en las que los viejos puertos quedaron en el centro de sus ciudades y los comerciales migraron a otros espacios del municipio e incluso a otros cercanos. Cierto. Pero no lo es menos que cada vez sin más los que van normalizando estas situaciones y aquí no tenemos que esperar a que otros tomen la iniciativa para normalizar la nuestra.

Este tiempo, ya queda menos para el veredicto de las urnas, en el que nos movemos asistimos a las últimas propuestas de las diferentes candidaturas, aunque los programas electorales salgan prácticamente ahora, porque los principales ejes, tácitos o explícitos, ya están puestos boca arriba sobre la mesa.

Los que gobiernan el pueblo a golpe de obras apresuradas, de rebacheos, aunque por las prisas les salgan chapuzas tan notorias y de gran sonrojo como las del “kilometrín”, y el resto con sus propuestas más o menos afortunadas. Los hay que, salvo el insulto al resto, no proponen nada, salvo la revancha, lo cual también vende en ciertos sectores ciudadanos.

Cierto que no todo el pescado está vendido, pero ya estamos cerca de conocer la composición final de una corporación que se presume más fraccionada que en las últimas ocasiones anteriores. Es ya un lugar común, aunque siempre caben las sorpresas, que asistamos a enjundiosas negociaciones tras los resultados electorales y antes de que haya alcalde o alcaldesa. Pero lo que deberíamos evitar a toda costa es la repetición del desastre a que nos condujo la ya famosa rendición del PP gijonés de Pili Pardo al Foro casquista en 2011. Parece que, esta vez, las cosas serán un poco diferentes y, por el bien de Gijón, es lo que se espera.