Cuestiones de amor propio

Menos mal que a los de IU en Gijón no se ha acercado a echarles una mano Julio Anguita, como hizo con los andaluces de la misma formación. Los nuestros se las arreglan solitos para desgraciar sus expectativas electorales. No hace falta extrapolar resultados –entre otras cosas porque no es buen sistema predictivo– para adelantar lo que será de la coalición de izquierdas en el ámbito municipal de nuestro pueblo en las próximas elecciones. Ni que decir tiene que ello no es bueno para los intereses por babor en general.

Por aquí, a falta de mayor actividad de un confundido PP de este nuestro pueblo que arreglar lo de su lista electoral, tenemos por estribor al FAC, con una caritativa cirujana que igual promete millones futuros para promoción del empleo como visita con aparente fruición y notable desmesura, obras variadas o acompaña niños, a chaleco reflectante puesto, a las paradas del bus escolar. La caritativa cirujana forista, todavía alcaldesa de la localidad, se ha lanzado a una multitud de actividades antes de que llegue el próximo fin de mes, fecha límite que las leyes permiten este tipo de afanes políticos de carácter propagandístico desde el poder. A falta de un programa o ideas concretas para el futuro ciudadano, quedan las socorridas visitas de obras para salir en la foto con el casco bien calado.

Por su parte, el candidato socialista, José María Pérez, generalmente conocido como Josechu, está que no para; es difícil seguirle la huella: tal es despliegue de reuniones, visitas o encuentros que abarrotan su agenda. Para cuando termine la campaña, será difícil que quede alguien en la villa y concejo que no le conozca, que le haya oído desgranar sus propuestas o que haya sido escuchado por él en sus planes, quejas o proyectos.

En una de las apresuradas tertulias de la noche electoral andaluza, alguien manifestó que Susana –porque ahora a los políticos se les menta confianzudamente por nombre propio, como si fueran de casa de toda la vida– era la única socialista que había ganado desde hace cuatro años una elecciones autonómicas. Alguien rectificó al tertuliano de turno e indicó que también en Asturias se habían ganado unas elecciones en 2012, a lo que se le respondió que bueno, que sí, pero que Asturias es un territorio pequeño. Es curioso que a ciertos efectos cuente tanto eso del tamaño del territorio para contabilizar los triunfos electorales de las formaciones políticas, pero la afirmación responde a una realidad impepinable.

De esta realidad, el tamaño geográficamente reducido y el moderado número de habitantes nos vienen algunas desgracias, por ejemplo todas las relacionadas con las infraestructuras de transporte, sean carreteras ferrocarril o puertos, sin ir más lejos.

No sabemos nada acerca de los resultados electorales en mayo, ni en la región ni en los principales municipios, pero tampoco es muy difícil intuirlos por aproximación, a la vista de cómo anda el panorama. Al preverse un reparto tan variado y tener a la vista elecciones generales para el próximo invierno, no se nos presenta un panorama nada claro en la relación que vaya a darse entre instituciones, es decir, seguiremos probablemente a la espera de lo que pase con túneles de AVE, estaciones de trenes, regasificadoras portuarias y demás delicadas cuestiones que ahora tenemos en el alero.

Pero quedan muchas otras cosas y tal parece que no tienen importancia, como si nosotros mismos fuéramos conscientes de nuestro reducido tamaño y no respetáramos ni nuestro propio futuro o miráramos por nuestro bienestar presente.

Es como si hubiéramos caído en nuestra propia trampa: la de considerar que poco nos queda por hacer. En este sentido, el único candidato local que en nuestra ciudad ya está actuando como tal, el socialista conocido como Josechu, parece que apunta en la dirección de que reforcemos nuestro amor propio. Falta nos hace que el resto, una vez que despejen las dudas sobre quién habrá de formar parte de sus respectivas candidaturas, se apliquen a la tarea, cada uno según su propia visión e ideología, a la tarea de elevar el aprecio por nosotros mismos y nuestras cosas.

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