Historia de un fiasco

Con tres palmos de narices se quedaron los de la federación vecinal, convocantes de la manifestación en pro de las nuevas estaciones para el tren y los autobuses al comprobar la escasa respuesta a su convocatoria. Esperaban, a tenor de la respuesta de las organizaciones políticas una gran asistencia de público de enormes proporciones y cosecharon un fiasco en donde sólo los representantes de los partidos y los propios y obligados directivos de las asociaciones de vecinos acudieron al llamamiento.

Cometió la entidad convocante, la Federación de Asociaciones de Vecinos, un error monumental: creer que la campaña de lastimeros quejidos de la caritativa cirujana, a la sazón nefasta alcaldesa de la ciudad, respondían a un verdadero clamor social donde sólo hay una incomodidad por la lejanía de la estación de trenes para una parte de la población, porque para otra es un acercamiento, es decir, queda más lejos de Somió o la Arena, pero más cerca de Pumarín, el Polígono o el Natahoyo y a los de Laviada, por ejemplo, les da los mismo. Por otro lado, desde mediado el siglo XIX y todo el XX esa franja ha dividido en dos la ciudad y no digamos antes de que hubiera tren cuando existía el humedal que acabó dando nombre a la zona. No. El solarón es una ficción de necesidad social: problema para urbanistas, pero secular costumbre arraigada para la ciudadanía de nuestro pueblo.

Caravera y los suyos cayeron en el señuelo de Moriyón. Tenía que haberles hecho sospechar que hasta el PP, los mismos correligionarios de la misma ministra Ana Pastor que niega los fondos para solucionar el asunto, se apuntaban cínicamente a la convocatoria. Y tuvieron lo que se merecían por su falta de perspicacia y su equivocado análisis de lo que es Gijón: un fracaso estrepitoso y sin paliativos, aunque mediáticamente se les otorgara conmiserativamente un cuidadoso tratamiento.

Se le ha tratado con el mismo mimo que se otorga a alguien aquejado de una fastidiosa y delicada enfermedad. El movimiento vecinal, tal como lo están ejerciendo las asociaciones y sus federaciones en esta villa y su concejo ya no tiene sentido. Restos de un pasado glorioso cuando fueron cabeza de puente en el tardofranquismo y primeros pasos de la democracia de los partidos políticos de izquierda. Desde el momento que hay representación democrática han quedado como un reducto donde más que actuar como representantes vecinales son instrumentos que intenta extender alguna que otra formación política y en donde abundan los pactos por debajo de la mesa.

La ciudadanía no es fácil de engañar: asociaciones vecinales y Moriyón en el mismo saco es una mezcla no tolerable. Es como si a la manifestación del Primero de Mayo se sumara la federación empresarial, simplemente no colaría. Pues lo mismo con la alocada manifestación de las estaciones: no coló y ahí está el resultado para corroborarlo.

Otro fiasco explicable es la disolución, con deplorable espectáculo incluido, de la parte local de IU, en un impúdico juego de egos que para sí quisiera una reunión de divas operísticas. La cosa ya no tiene arreglo y es inconveniente para los intereses de toda la izquierda local, lamentable situación que, también desgraciadamente, viene a quedar equilibrada por otro espectáculo de pena: las tortas que se están dando en el PP local.

No hay solución para ciertos males y ello presagia que el electorado volverá la cara a las formaciones que muestren parecerse más a una jaula de grillos que a un partido político preocupado por el bienestar general. Cierto que las siglas pueden mucho y que los votantes, en ocasiones, se mueven más por la imagen general que por los mensajes locales. Pero hay espectáculos que son de muy difícil olvido.

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