Colgados de la brocha

El amado líder tiene perfecto derecho al abandono de sus responsabilidades en cualquier momento. ¿A qué tanto espanto, entonces, por parte de sus seguidores? Es como si cuando se apuntaron al FAC alguien les hubiera otorgado alguna patente o garantía de continuidad. Es más, un mínimo conocimiento del personaje no habría nunca descartado una situación como la actual. ¿Con qué derecho puede ninguno de sus chafados seguidores exigirle nada ahora a Cascos? Él tiene sus cosas que hacer y, es probable, que n o pasen por arrastrarse por los pasillos de la Junta General con uno o dos diputados como mucho tras de sí.

¿Qué creían los que abandonaron el PP para ir tras un líder que ya había dado tantas muestras de volubilidad? ¿Pensaban acaso en una vida política cómoda y estable? Nunca Cascos engañó a nadie. Fue siempre el mismo durante años: móvil en sus avatares políticos y familiares: así, de una pieza. Pleno de soberbia y altanería, dispuesto a calificar duramente al oponente, a regañar con no menos dureza al compañero o compañeros de formación que creyó desviados de la recta vía que, curiosamente, siempre coincidió con su visión de las cosas.

Tienen razón aquellos de sus fans que se espantan y desalientan al reputar que sin el amado líder las pequeñas expectativas electorales se esfumarán definitivamente. Pero no todos, sobre todo por los pasillos consistoriales de Gijón. Algunos, de tanto repetir que son unos fenómenos tras su inopinada llegada al poder municipal, se lo han creído y están en una alocada clave: sin Cascos incluso puede irles mejor. Hace falta una gran dosis de miopía política a la para que las gafas de ver las cosas de la 2res publica” mal graduadas. Si los de Moriyón ya tenían unas delicadas expectativas electorales, se pueden ir dando por amortizados si les falta el paraguas casquista.

La única que parece afectada por la pedrada es la caritativa cirujana. Efectivamente, la primera autoridad local, es consciente del negro futuro que se les avecina y, en vista de ello, se ha lanzado a una vorágine de entrevistas a la carta en su órgano de expresión local algo más que oficioso. Por cierto, menudo papelón el de los cantores oficiales durante estos últimos años de las bondades casquistas. Del primero al último no sabrán donde esconderse, salvo los más desahogados que se despacharán a modo de disculpa con que ellos sólo siguieron la línea editorial marcada por la superioridad: una especie de obediencia debida intelectualmente despreciable.

Hay que suponer que alguno de los integrantes del hormiguero estuviera en él de buena fe y que su consternación merezca un cierto grado de compasión, pero así son las cosas de la baja política.

Sin embargo, los diputados regionales o alcaldes y concejales del FAC no merecen sentimiento alguno de consideración frente a sus miedos de hogaño: algo traicionaron antes de meterse ahí. A otra formación política o a sí mismos tras una ambición, no en pos de un afán de cambiar las cosas a mejor.

Álvarez-Cascos Fernández está en su derecho de cortarse la coleta y nadie tiene derecho, al ver sus ambiciones frustradas, a pedirle que siga. Al fin y al cabo sólo colaboraron a fastidiar al PP por un irrefrenable deseo de venganza del prócer. Apaciguado el pronto y con un fracaso electoral en perspectiva, ¿qué otra cosa podían esperar?

No es una espantada, es el fruto de una sosegada reflexión. Y a partir de ahí, que cada palo aguante su vela. Unos cuantos se han quedado colgados de la brocha. ¿O acaso pensaban que la actividad política es un agradable lecho de rosas? Hay que tener fuerza, aguante y un cierto afán de servicio público. Ahora que a un grupo de arrimados las cosas les pintan bastos, es el momento de recomendar reflexión, sobre todo por algunas barbaridades expresadas en voz alta. Salvo Moriyón que, sin enmienda, sigue lanzando por su chirriante piquito de oro las últimas de sus melonadas.

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