Compro ocurrencias

Las excentricidades que nos vemos obligados a escuchar de algunos gestores públicos, o las que directamente realizan, es inversamente proporcional a los días que faltan para las elecciones que les afectan. En este sentido, los mandamases del minoritario FAC que ocupan el gobierno del ayuntamiento de Gijón tiene ya pinta de llegar a proverbial, en franca superación de próceres o formaciones políticas anteriores: la última es pistonuda.

Tras haber abandonado a su suerte el viejo edificio de la fábrica de tabacos, antaño convento de las Agustinas Recoletas en Cimadevilla, se les ocurre poner en marcha un concurso de ideas para que alguien les ayude a decidir que se hace con él. La convocatoria es de carácter restringido, eso sí, no vaya a ser que se les cuele por una rendija alguien peligroso, vaya usted a saber. Así que el dedazo casquista ha vuelto a funcionar y se ha llamado a unos innominados expertos para que aporten sus ideas.

Como los tiempos son los que son, ya saben la caritativa cirujana y sus animosas huestes que las ideas del citado concurso no llegarán a ser, ni mucho menos, puestas en práctica por esta corporación. Tiempo tuvieron, si tal era su real y verdadero deseo, podrían haberlo convocado a la semana siguiente de tomar posesión y, de este modo, haberse puesto manos a la obra; pero no se trata de eso, naturalmente. Lo que hay es que a los gobernantes de esta corporación les da verdadero pavor hacer cualquier cosa y, ahora, llegado el momento de rendir cuentas, no tienen nada entre las manos que mostrar a la ciudadanía. De ahí que aparezcan las ocurrencias o, digamos en moderno o en lenguaje más administrativo, los concursos de ideas.

Un gobierno municipal que, como bien puso aquí una mano cabal, no sabe arreglar el problema de una o varias nutrias en el estanque de un parque, difícil es que sepa qué hacer con toda una ciudad en sus manos.

Lo cierto es que Moriyón dejó esa zona de Cimadevilla abandonada de la mano de dios. Porque tanto el aparcamiento como la conexión entre las calle Maximino Marino y Honesto Batalón son cuestiones de la corporación anterior. Ya había proyecto para el edificio de la fábrica de tabacos, pero era cosa de los socialistas y ello no era tolerable para las huestes del arrumbado Cascos. De ahí, ahora, tras años de abandono, el concurso de ideas que, cuando menos, puede ser calificado como una falta de respeto a la buena gente de esta villa marinera.

No han desaprovechado la ocasión, como es lógico, los socialistas para subir al estrado y meter el dedo en esta llaga sangrante de los aprendices de brujo foristas. Quieren saber cosas, y la primera de ellas es conocer en qué pasos anda el concejal delegado de Cultura, porque en todo este barullo del concurso parece que no ha tenido pito que tocar: ni él ni la Fundación de Cultura que preside.

Quitado de en medio de la gestión del teatro Jovellanos y del circo y demás festejos municipales, absorbidos por la Divertia comandada por ese auténtico concejal para todo, Fernando Couto, la desaparición del cantante y concejal, Carlos Rubiera, es un misterio de los que pueden añadirse a los que tienen que ver con los platillos volantes.

En este sentido, aunque pocos, los discípulos de Cascos, como en otros municipios de la región, han demostrado en nuestro pueblo el estar lo suficientemente mal avenidos como para que algunos de ellos se hayan quitado de en medio por la vía de la dimisión y otros hayan sido arrumbados al más puro de los ostracismos. No es de extrañar que, siendo tan pocos y con tantos líos, no les haya dado tiempo a gobernar y ahora nos salgan con concurso de ideas encargados a terceros, que esa es otra: compro ocurrencias que se me echan encima las elecciones, ¡ay, ay!

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