Algo más que tonterías

Cuando Carmen Moriyón era tan sólo una caritativa cirujana que. A la sazón, habían llegado de carambola a convertirse en alcaldesa de Gijón, nuestro pueblo, enseguida se sentó en el consejo de administración del Puerto local, como por Ley le corresponde como representante de tan digno consistorio, y ole tocó aprobar la liquidación de las cuentas de la gran obra de ampliación. Y votó que sí a dicha aprobación, porque, aunque ella era nueva en estas cosas y no tenía ni repajolera idea de puertos ni de obras, el presidente de la cosa que había puesto el amado líder, de aquella mandamás del gobierno del Principado, dijo que tocaba votar que sí. Aquel personaje, un tal Emilio Nosequé, un tanto airado de carácter, decíase que sabía mucho de cuentas y, reforzado por la opinión de la la representación de la abogacía del Estado, parecía de fiar. Así que la caritativa, ya decimos dio su voto favorable a la liquidación económica que ahora la Comisión Europea pone en solfa.

Como quiera que la caritativa parece un tanto desmemoriada, el representante de la leal oposición le recuerda estos extremos históricos, dada su aparente quebradiza memoria. Pero hétenos aquí que a la señora cirujana y alcaldesa no le gusta que le recuerden según qué cosas y la emprende contra el atrevido Santiago Martínez Argüelles a la voz de lindezas tales como “debería cuanto menos callar la boca” o “no sé qué pinta él diciendo tonterías”. La otrora mosquita muerta se revuelve ahora como gato panza arriba cuando le recuerdan cosas molestas. Para nuestra sorpresa, en tan pocos años sentada en el sillón presidencial del ayuntamiento, esta mujer ha acumulado un reprochable pasado digno de ser recordado por varios leales opositores consecutivamente. Para ella, que le recuerden que aprobó la liquidación de la magna obra portuaria es una tontería. Si lo cree así, demuestra una gran irresponsabilidad y, de no creerlo y pensar que su voto no tiene importancia alguna, demuestra su más supina ignorancia. Estamos, en todo caso, ante alguien incapaz de ocupar con una mínima dignidad el más importante puesto edilicio. Para ella, lo que importa, independientemente de la realidad, es que el actual gobierno del Principado tiene la culpa de todo lo que ocurre en este nuestro pueblo y, en todo caso, el gobierno en Madrid de la Administración General del Estado.

Ella, una tan digna señora, bajo cuyo mandato –ahora que entramos en tiempo de castañas– ha conseguido que el festival de cine de la localidad haya alcanzado sus más ínfimas cotas, sumido en la mediocridad más absoluta. Para decir otra “tontería” de esas que no le gustan, podemos recordar que, al tiempo que disminuye el crédito del encuentro cinematográfico local, hasta el punto de perder una interesante subvención europea, suben los enteros del festival sevillano que dirige el mismo que aquí fue despedido con cajas destempladas por las crías de Godzilla y que por cierto, sí obtiene subvención europea para el concurso fílmico celebrado a orillas del Guadalquivir. Bien se puede decir que, miremos hacia donde lo hagamos, la gestión de Moriyón es nefasta y que, por ello, debería tentarse mucho antes de mandar cerrar el pico a nadie y más al líder de su oposición, el mismo cuya lista obtuvo más votos que la suya y que, por ello, tiene más concejales sentados en el salón de plenos.

Moriyón es una alcaldesa de regional con un equipo a la altura de su pequeñez política y gestora. Andan desde la Cámara de Comercio de Vetusta con enredos para quedarse con la gestión de la Feria de Muestras y estos ternes parecen no haberse enterado. Es probable que ni hayan dado un meneo, que se lo merecen, a los máximos responsables camerales gijoneses que están sumidos en la conspiración como tancredos, mientras en Carbayonia, con la ayuda de los camerales avilesinos no paran en sus intentos de fagocitar la FIDMA con tal de que el evento les ayude a cuadrar sus escuálidas cuentas de resultados anuales. Un bocado apetitoso que este ayuntamiento casquista, hasta el momento, no ha sabido defender, lo cual no se explica a no ser que estén en lo mismo, por orden de la superioridad, lo que significaría no ya tontería sino alta traición a los intereses de nuestro pueblo, cuya defensa tienen encomendada.

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