Desfile desvergonzado

Como a Artur Mas, Oriol Junqueras y resto de acompañantes separatistas catalanes la Ley no les permite el referéndum separatista que tenían previsto para el próximo 9 de noviembre, el día del Ramiro de violetas de la recordada Evangelina Sobredo, «Cecilia», se han montado un simulacro para la misma fecha. Sin ir más lejos, aquí en nuestro pueblo, en lugar de un gobierno municipal hace más de tres años que padecemos un simulacro y, créanlo o no, es un desastre. Los simulacros, en el ámbito de lo público, sólo deberían estar circunscritos al ámbito de la seguridad, para comprobar la bondad o las deficiencias de los protocolos de protección colectiva.

Por aquí más cerca, el susto nos lo trajo la millonada de Fernández Villa, y cuanto más cerca de los municipios mineros, mayor el susto. La caída del ídolo ha retumbado como el inesperado golpe cercano de un gong muy grande que te deja resonando la cabeza durante unos segundos que parecen interminables. Pero todo pasa. Hasta la descarnada y descarada miseria de quien ejerció durante lustros como un auténtico amo de Asturias. Una de las cosas más llamativas de entre el cúmulo de apresuradas declaraciones son las del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que dijo no conocer al personaje. He ahí un cambio: por edad, el máximo responsable socialista no conoce ya a Villa el de Tuilla. Ninguno de sus antecesores hubiera podido decir lo mismo. Vienen ya por detrás y con mando en plaza otras generaciones: es algo que debemos asumir y, por ello, extremar el cuidado en no caer en la tentación de contar batallitas para no aburrir al personal más de lo socialmente admisible.

Esto de contar la vida de uno en los papeles tiene algo de impudicia y a los de natural tímido o pacato, vaya usted a saber, nos produce una especie de terror de pesadilla. Por eso son tan de admirar esas damas o esos caballeros que nos obsequian no ya con las propias aventuras y desventuras, sino con las de sus allegados, sean ellos cónyuges, hijos, padres, tíos, sobrinos y demás familia. Es un género literario, el de la autobiografía, que en prensa –y más en la cercana– precisa de una cierta desenvoltura o desinhibición que para algunos de nosotros es inalcanzable. Por eso cuando acometo la lectura de algún ejercicio de «setreeptease» de estos me entra un cierto rubor una especie de vergüenza ajena a la que sin embargo no debe ser ajeno quien acostumbra a emitir su opinión en público con una cierta periodicidad.

Por eso, tras unos cuantos años contando algunas cosas, cuando te pilla la ola de un asunto como el caso Fernández Villa, te quedas sin palabras. Fueron tantas las puestas en el pasado que, a la hora de esta sorpresiva verdad, sólo queda ya lugar para el pasmo. Y luego el asombro es mayor cuando compruebas el leve listado de quienes encuentran una esquina para una cierta disculpa o llamada a la presunción de inocencia, cual fue el caso de Álvarez—Cascos. Al amado líder del FAC le preocupa la presunta ausencia de culpabilidad cuando el propio partido y el propio sindicato a los que pertenecía el cuitado lo expulsan de su seno, bien que de forma cautelar para dar tiempo a instruir los correspondientes procedimientos garantistas.

Sí. Cascos se preocupa por la inocencia de Villa y eso da que pensar. Y mucho. Lo primero es que viene a la mente es si estará pensando en él mismo y lo segundo si existe o existió algún vínculo de camaradería o compadreo. En todo caso, nada bueno.

Y así se nos ha pasado en el pueblo la semana del susto. ¿Corresponderá esto a un otoño caliente como aquellos que profetizaba y puso Marcelino Camacho? Probablemente sí y lo que toca es confiar en que la cosa se quede en esto: una calentura otoñal, porque un temporalmente largo desfile mediático del caso de «il don» asturiano será tan impúdico como el de esas señoras y señores que nos dejan escritas y por entregas sus cuitas en los medios.

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