Habla, mudita

No será, ahora que la Comisión Europea se pone tiesa con lo de la subvención a la ampliación portuaria se avisó desde aquí que la cosa del acarreo de piedra no estaba clara, que los manejos que el de aquella biderector de obra y puerto, el ínclito J. L. Díaz Rato –que encima se lo llevó crudo al ser despedido cuando ya era tarde–, no eran convenientes para los intereses de la institución y que el consentimiento de todo aquello del entonces presidente, Fernando Rexach eran más propios de un calzonazos político que de un gestor público. Ahora ya es tarde, salvo para lamentar aquella situación y arremangarse para defender el fortín.

Si definitivamente se evapora la subvención, ello repercutirá en las tarifas del Musel y, por ello, en su competitividad frente a los puertos como Bilbao, la Coruña o Vigo. Todo esto le importa una higa a la actual ministra de Fomento, Ana Pastor, y a su subordinado, presidente del organismo público Puertos del Estado, José Llorca, que ha demostrado poca o ningún afecto por el gran puerto asturiano, no habiendo dicho nunca ninguna buena palabra ni tenido deferencia alguna con él y, mucho menos, realizado buena acción alguna. Es normal entonces que el gobierno asturiano de Javier Fernández y el PSOE gijonés de Santiago Martínez Argüelles anden algo más que con la mosca detrás de la oreja.

Llama la atención que la gente de la caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa, anden un poco perdidos en el asunto. Es natural. Miran hacia el amado líder y éste, que también tuvo a Llorca como presidente de Puertos del Estado no debe andar muy por la labor de meterse en estas harinas de las que, por su condición de antiguo ministro de Fomento, puede salir más que ligeramente trasquilado: ¿cómo criticar la inacción de alguien a quien él mismo puso como subordinado de confianza? Y ahí tenemos hasta ahora a los casquistas gijoneses en una reedición de «Habla, mudita». Es como un PC que se queda bloqueado y que se queda en una pantalla fija sin poder ir ni hacia adelante o hacia atrás y no hay nadie que lo apague y vuelva a encender para, por lo menos, partir de cero. ¡Qué desgobierno municipal! Todos le toman la delantera y estos fenómenos sin enterarse de la fiesta. Porque, por lo menos, los del PP regional se remueven y echan la culpa a la anterior administración socialista y los del PSOE asturiano le piden al actual gobierno del estado que mueva ficha y defienda los intereses portuarios muselinos.

Hay dos meses para que Puertos del estado formule las oportunas alegaciones ante la Comisión Europea: esperemos que su presidente, José Llorca, se ponga las pilas y esperemos también que los actuales gestores del puerto gijonés colaboren porque ni por la parte del director, José Antonio Lago, ni de la presidenta, Rosa Aza, se ve que proceda demasiada actividad, salvo que lo estén haciendo con tantísima discreción que no han dado lugar a que nadie se entere. Más bien da la sensación que es la consejera del ramo, Belén Fernández, parece haber tomado la portavocía de los intereses muselinos. Si es que desde la consejería de Fomento se les ha dicho a los responsables de la Autoridad Portuaria que no abran la boca, ¿para que un organismo autónomo? Y si son los propios gestores portuarios quienes «motu proprio» no abren el pico, ¿para qué los queremos ahí?

Es normal que ante un palo semejante las cosas se desquicien un poco y hasta es comprensible que el aturdimiento ciegue a lo menos duchos, pero para dar el siguiente paso en firme hay dos meses de plazo y antes de este tiempo todos y cada uno de los actores asturianos tienen que activarse para salir en defensa de los intereses portuarios. Todos tienen que proclamar sus argumentos y hacerlo al unísono. No hacerlo será una traición al interés general de este principado nuestro y no anda el horno para bollos. Las voces discordantes estarán traicionándonos a todos, así que cuidadito con la tentación de utilizar el asunto como objeto de bandería política. Quizás por ello todavía los títeres en el gobierno municipal no se han atrevido a decir algo sustancioso: porque no se le ha ocurrido al amado líder qué decir sin traicionar a los intereses de Asturias.

Tortas y tartas

Los nuestros del PP, es decir, los de nuestro pueblo, han montado este día una de película de Charlot en pleno paseo de Begoña con sus carreras, sus voces, sus amerengadas tartas y s buenas tortas dialécticas. No faltaron los gritos de tongo y los que se fueron a cocinar el congreso lo hicieron en la Escuela de Hostelería, que cuenta con espaciosa cocina «d hoc». La que se cree favorecida con el tumulto, Cherines Fernández, la presidenta popular asturiana de reconocido remango, habló de un proceso limpio. El sospechosamente elegido puso a no dormir tranquilos a algunos de sus oponentes y el candidato que se quedó en pretendiente de serlo ya anuncia que impugnará –si le dejan, añadimos nosotros– todo el proceso.

Mal asunto que las voces internas de una formación política lleguen a la calle para susto de los viandantes ocasionales y que los representantes de los medios tomen buena nota. Significa todo ello que la fractura del PP en Gijón está abierta y bien abierta. Y sin visos de que cicatrice en un tiempo razonable antes de las municipales de la primavera que viene. Es llamativa la tendencia suicida del PP gijonés que llevan lustros imponiéndose severas disciplinas para lograr la misión de no gobernar de ninguna de las maneras posibles la villa y su concejo. Probablemente les viene de antiguo, de cuando Cascos era de los suyos y no estaba enfrente. Y que ahora gobiernen en minoría los súbditos del amado líder es más bien una suerte de casualidad que les pilló desprevenidos, al menos eso parece debido a los esfuerzos que vienen realizando estos últimos años para no repetir una carambola, debida más bien a la impericia rebelde de quien en el momento de la elección de alcalde regía los destinos populares en la localidad.

De momento, y vistos los vistosos tartazos que también se están dando por la parte de IU, la formación que parece llevar sus cosas por el libro es la socialista, de ahí que en los últimos días hayan crecido la notoriedad y respeto por la candidatura de José María Pérez.

Falta hace alguien con un cierto conocimiento de la maquinaria municipal para que no pasen cosas tan peregrinas como la redacción del PGO –que tiene encendido al ya de por si feble sector de la promoción y construcción–, con el solarón de las vías incluido y las locuras de tener en suspenso lo de Castiello o Cabueñes y sin comprender ni saber qué hacer con el enclave de Naval Gijón; pero tampoco sin contar con una idea clara de la movilidad en la ciudad, adoptando decisiones a golpe de ocurrencia y no de seria planificación. Curioso que se defenestre a unos altos funcionarios y se mantenga a otros que han demostrado, digamos piadosamente, su falta de entusiasmo por pensar y resolver las cosas propias de su negociado, en este caso el correcto ordenamiento y puesta al día del tránsito de vehículos y peatones que desde la jubilación del anterior responsable –y ya han pasado años– ha ido viniendo a menos.

Y todo lo puesto, con ser importante, sin preocuparse en serio de las personas más desfavorecidas en el municipio, con unos servicios sociales atascados y en permanente estado de sitio burocrático, cuando la gente que lo necesita lo hace con perentoriedad y urgencia. Y eso no admite bromas.

Mucho hay que arreglar tras los destrozos de estos últimos años, sobre todo en lo que no se ve. Sin necesidad de echar mano de la consabida e impuesta austeridad germana, podemos decir que el mantenimiento general está en recesión. La ciudad está más deteriorada en lo que se ve y probablemente en lo que no se ve, lo que va por debajo por falta del debido mantenimiento. La lentitud burocrática que se padece alcanza a todos los sectores y, después de unos años de este malhadado tratamiento, quien venga detrás lo tendrá un poco más crudo y deberá aplicarse con conocimiento y pericia.

Los prescriptores de opinión lo tienen claro. De aquí a unos meses es conveniente que lo vayan teniendo claro los electores, que son quienes mandan en estas cosas y a los que toca decidir por el modelo de gobernabilidad que prefieren para su entorno. Mientras tanto, los animosos aficionados –presumen de ello–, pero nefastos gobernantes en minoría siguen haciendo de las suyas, tanto cuando lo hacen por cuenta propia como cuando actúan bajo órdenes directas del amado líder por boca de su caritativa cirujana, a la sazón deplorable alcaldesa.

Desfile desvergonzado

Como a Artur Mas, Oriol Junqueras y resto de acompañantes separatistas catalanes la Ley no les permite el referéndum separatista que tenían previsto para el próximo 9 de noviembre, el día del Ramiro de violetas de la recordada Evangelina Sobredo, «Cecilia», se han montado un simulacro para la misma fecha. Sin ir más lejos, aquí en nuestro pueblo, en lugar de un gobierno municipal hace más de tres años que padecemos un simulacro y, créanlo o no, es un desastre. Los simulacros, en el ámbito de lo público, sólo deberían estar circunscritos al ámbito de la seguridad, para comprobar la bondad o las deficiencias de los protocolos de protección colectiva.

Por aquí más cerca, el susto nos lo trajo la millonada de Fernández Villa, y cuanto más cerca de los municipios mineros, mayor el susto. La caída del ídolo ha retumbado como el inesperado golpe cercano de un gong muy grande que te deja resonando la cabeza durante unos segundos que parecen interminables. Pero todo pasa. Hasta la descarnada y descarada miseria de quien ejerció durante lustros como un auténtico amo de Asturias. Una de las cosas más llamativas de entre el cúmulo de apresuradas declaraciones son las del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que dijo no conocer al personaje. He ahí un cambio: por edad, el máximo responsable socialista no conoce ya a Villa el de Tuilla. Ninguno de sus antecesores hubiera podido decir lo mismo. Vienen ya por detrás y con mando en plaza otras generaciones: es algo que debemos asumir y, por ello, extremar el cuidado en no caer en la tentación de contar batallitas para no aburrir al personal más de lo socialmente admisible.

Esto de contar la vida de uno en los papeles tiene algo de impudicia y a los de natural tímido o pacato, vaya usted a saber, nos produce una especie de terror de pesadilla. Por eso son tan de admirar esas damas o esos caballeros que nos obsequian no ya con las propias aventuras y desventuras, sino con las de sus allegados, sean ellos cónyuges, hijos, padres, tíos, sobrinos y demás familia. Es un género literario, el de la autobiografía, que en prensa –y más en la cercana– precisa de una cierta desenvoltura o desinhibición que para algunos de nosotros es inalcanzable. Por eso cuando acometo la lectura de algún ejercicio de «setreeptease» de estos me entra un cierto rubor una especie de vergüenza ajena a la que sin embargo no debe ser ajeno quien acostumbra a emitir su opinión en público con una cierta periodicidad.

Por eso, tras unos cuantos años contando algunas cosas, cuando te pilla la ola de un asunto como el caso Fernández Villa, te quedas sin palabras. Fueron tantas las puestas en el pasado que, a la hora de esta sorpresiva verdad, sólo queda ya lugar para el pasmo. Y luego el asombro es mayor cuando compruebas el leve listado de quienes encuentran una esquina para una cierta disculpa o llamada a la presunción de inocencia, cual fue el caso de Álvarez—Cascos. Al amado líder del FAC le preocupa la presunta ausencia de culpabilidad cuando el propio partido y el propio sindicato a los que pertenecía el cuitado lo expulsan de su seno, bien que de forma cautelar para dar tiempo a instruir los correspondientes procedimientos garantistas.

Sí. Cascos se preocupa por la inocencia de Villa y eso da que pensar. Y mucho. Lo primero es que viene a la mente es si estará pensando en él mismo y lo segundo si existe o existió algún vínculo de camaradería o compadreo. En todo caso, nada bueno.

Y así se nos ha pasado en el pueblo la semana del susto. ¿Corresponderá esto a un otoño caliente como aquellos que profetizaba y puso Marcelino Camacho? Probablemente sí y lo que toca es confiar en que la cosa se quede en esto: una calentura otoñal, porque un temporalmente largo desfile mediático del caso de «il don» asturiano será tan impúdico como el de esas señoras y señores que nos dejan escritas y por entregas sus cuitas en los medios.

Política interna

El peor de los escenarios electorales posibles para la gente del FAC casquista en Gijón se ha producido con la elección como candidato a la alcaldía por los socialistas del diputado regional José María Pérez. Tanto preocupaba a la caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa, la posible presencia de «Josechu» Pérez López que ya uno de los suyos, el concejal Rafael Felgueroso, ya le lanzó la primera puya en un reciente pleno antes incluso de que el interesado hubiera ni tan siquiera hubiera manifestado su intención de ser ni tan siquiera precandidato.

Al haber los socialistas acertado con el candidato, Moriyón y compañía se hacen el cálculo de que disminuyen sus posibilidades. En efecto, el FAC es una formación política a la baja en las preferencias del electorado y el PSOE está recuperando su proyección electoral. Si añadimos un candidato potente, que aporta valor añadido a la marca política, los del actual gobierno minoritario de la derecha más ultra tienen que sentirse más afectados. Y más si se añade que, a pesar de los pesares, el PP local puede salir ligeramente reforzado tras su congreso local.

El proceso interno de los socialistas del que ha emergido el nuevo candidato, José María Pérez, ha tenido unos tintes tan pacíficos, sin descalificaciones entre los dos contendientes, sin tensiones de relevancia entre los partidarios de un contendiente y otro, salvo las naturales de dos visiones para la consecución de un mismo objetivo, que ha resultado ejemplar. El éxito de la operación, además, como es natural, de achacársela a los dos precandidatos y a sus partidarios –el ochenta por ciento de la militancia socialista local–, hay que anotársela en el haber del responsable de la organización, el profesor Martínez Argüelles, portavoz actual de la oposición mayoritaria socialista y primer secretario de la agrupación local de la formación y al resto de su directiva. La neutralidad observada ha sido tan exquisita que hasta el precandidato perdedor –no identificado precisamente por su buen conformar– señaló que los acontecimientos habían tenido lugar con una mayor imparcialidad de la que esperaba en un principio.

Salvo Moriyón, que apresuradamente se ofreció hace unas semanas a «sacrificarse» cuatro años más y concurrir nuevamente a la cabeza de la correspondiente candidatura casquista, el socialista es el primer candidato que comparece en escena: tiene por delante una tarea enorme. Cierto que no le ayudará ese cierto sentimiento social de desafección por los gestores públicos en general, pero no es menos cierto que ya ha levantado una cierta expectativa de cambio y de ilusión en una parte del electorado, incluidos aquellos cuyo voto no se decanta por el PSOE, pero que ocupan lugares de excepción en el entramado económico, social y empresarial y que vienen a resultar, al fin y a la postre, una especie de prescriptores de opinión de los que importa más su neutralidad que otra cosa y la cual depende de cómo vean al candidato de cada formación en el orden de controlar los asuntos locales de enjundia. De Josechu Pérez se espera una forma de llevar las cosas y un nivel de interlocución como el que se estableció cuando Tini Areces llegó a la alcaldía. Porque ahora no lo hay. Si alguna queja mayor levantan estos de Cascos que ocupan el poder local es que no hay con quien hablar. Hablan entre ellos en sus clubs y cenáculos, pero no hay intercambio de opiniones en sentido amplio ni con unos ni con otros.

Pérez llega a la candidatura con la intención expresada ya mil veces de hablar con todo el mundo. No oculta que es una persona que sabe y toma las decisiones pertinentes cuando toca, pero también –y lo tiene probado ya– es hombre al que le gusta escuchar y conocer las opiniones de unos y otros antes de tomar las decisiones.

Se cierra un episodio interno en una de las formaciones políticas locales. Queda por saber cómo se desarrollará su proceso interno entre los populares y en qué terminará el barullo monumental que tienen en Izquierda Unida. Así están las cosas en el pueblo: los unos ilusionados porque están convencidos de haber actuado con su candidato –más de la mitad de la agrupación socialista le ha dado su apoyo– y los otros o bien temerosos por su futuro dependiente del dedazo y otros inmersos todavía en sus procesos democráticos internos. Día a día vamos haciendo el futuro.

Vía muerta

Para Ana Pastor, la ministra de Fomento, el plan de vías gijonés tiene perdido el Norte. Que se lo pregunten a Cascos que, cuando era ministro de los mismo, se montó lo del metrotrén, puso el huevo para el túnel de la risa y respecto a las estaciones manifestó aquello del coste cero, es decir, las estaciones de trenes y autobuses se tendrían que pagar con la venta de casitas, los llamados en la jerga administrativa famosos aprovechamientos urbanísticos. Cuando todo empezó, ya era tarde y se había esfumado la burbuja inmobiliaria. Es entonces cuando la operación se quedó a medias. Pero no debería la ministra Pastor poner calificativos cuando fue una administración general del PP, siendo Aznar presidente, quien obligó a las otras dos administraciones implicadas, la local y la regional, gobernadas entonces ambas por socialistas, a aceptar el trágala y formar la entidad «Gijón al Norte» para que gestionara el famoso coste cero de la operación.

Como se llegó tarde y no hay casitas, ahora tenemos el casco urbano partido urbano, pero con un solar en vez de unas vías de tren y, para mayor desconcierto, una estación de tren encajonada en el quinto pino y sin estación de autobuses pública en un solar particular, propiedad de una empresa de autobuses.

Por ser también del PP, nadie del gobierno de Rajoy está para levantar mucho la voz con la operación de vías de Gijón y tampoco los del FAC casquista, pues fue su amado líder quien, siendo ministro de la cosa, impuso la operación.

Sin embargo, parece otra cosa: da la sensación que es cosa del ayuntamiento de esta villa del alma, cuando poco tiene que ver. Pueden los gobernantes municipales, estos y los anteriores, preocuparse más o menos, pero poco pueden hacer. Es un drama político de consecuencias insospechadas. Tristemente, a los regidores municipales les toca, en este lío tremendo, estar a la que salte: esperar a que se dé una situación favorable en el ministerio y, en ese momento, entrar al asalto, como en su momento se aprovechó para obtener del ministerio militar del momento la recuperación de la Atalaya o el cuartel del Coto.

Desafortunadamente, la ministra de Fomento de turno se nos ha puesto chula con esto del solar de las vías y, de momento, tenemos poco que hacer. No corren buenos tiempos para Asturias en este ministerio de la obra pública. Puertos del estado no es favorable al Musel; el Adif no lo es a la variante de Pajares y, mucho menos, a la solución para la estación de trenes de Gijón y el aprovechamiento del túnel caprichoso de Cascos.

Tampoco podemos esperar nada de la caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa, y resto de gobierno municipal de encefalograma plano, que diría aquel veterano comentarista deportivo, triste importador en España de la vocinglería en las transmisiones radiales. A estos del FAC no se les ocurre nada, ni tan siquiera andar ojo avizor. Son un cero a la izquierda, incapaces de llegar al nivel de interlocución con un subdirector general en la villa y corte.

Por cierto, iba a contar algo de fútbol teñido de rojiblanco y de cómo, a pesar de la aceptable marcha deportiva, hay alguno empeñadito en exaltar a las masas en contra de los administradores de sociedad, que ya son ganas de tocar los perendengues. Sólo queda esperar que el dueño tenga la paciencia suficiente para no tirar la toalla y mandarlo todo a tomar viento, despreocupándose del invento y esperar a la declaración de un concurso con resultado de liquidación.

Afortunadamente, de momento al dueño no se le ha acabado la paciencia y la entidad sigue siendo gestionada con encomiable denuedo. Ojalá los regidores municipales se aplicaran con el mismo esfuerzo que los gestores rojiblancos, aunque la diligencia no es precisamente costumbre que estos secundarios edilicios hayan podido aprender de los usos y costumbres de su amado líder.