Compacta que algo queda

Han tardado los del ayuntamiento de nuestro pueblo, en el que mandan los de Cascos, en avanzar algo sobre el nuevo plan urbano. El glorioso parto de los montes es volver al pasado: una zona urbana central, la almendra, dotada de toda clase de servicios y mimada, frente a unos barrios que allá se las arreglen. A esto lo han llamado «compactar» el centro. A lo largo de los años, numerosos observadores describieron a Gijón como una ciudad, permítasenos el palabro, policéntrica –con varios centros–, donde no destacaba ninguna zona como un centro específico. A mayores, el esfuerzo realizado por las diferentes corporaciones democráticas progresistas desde el inicio de los ochenta del pasado siglo significó la dignificación de los barrios existentes, la creación de otros de nueva planta, como por ejemplo Viesques o Moreda, y hasta la conversión de núcleos de chabolismo en pujantes zonas residenciales, como todo el eje de la avenida del Llano.

¿Qué significa eso de compactar el centro? ¿Entrará la zona de Somió en la tarea compactadora? ¿Lo harán la Calzada, Pumarín o el Nuevo Gijón? Detrás de cada PGO hay una fuerte carga política y de la ideología del FAC no se puede esperar nada bueno para la correcta distribución de los esfuerzos financieros entre los diversos y barrios de la villa y sus alrededores, de tal modo que desde Cimadevilla hasta el Nuevo Roces, desde Jove hasta Cabueñes o desde Poago a Baldornón, todos sientan que el consistorio atiende sus necesidades como es debido.

Es muy de temer que tanta preocupación especial por lo que los redactores de las prioridades del nuevo PGO llaman compactar el centro signifique que se pretenda cuidar la normativa urbanística en una zona de la ciudad y dejar un poco más a su aire o, por decirlo un poco más brutalmente, a lo salvaje, otras zonas de la ciudad.

Mucho ojito con estas pretensiones del FAC que pueden significar una vuelta al pasado, cosa que no sería nada de extrañar, vista la añoranza que muestran en otros ámbitos por usos y costumbres autoritarias que ya creíamos sumidas para siempre en la Historia. No, lo avanzado no pinta nada bien para una mayoría ciudadana. Parece que se pretende un Gijón de dos tipos urbanos: el «compactado» y muy cuidado, frente al que vaya un poco más a su aire. Todo suena a que se prevén, en realidad dos tipos de ciudad: una de primera y otra de segunda, lo que deja la sensación, por otro lado, que se intenta premiar a las zonas de la urbe en que obtuvieron mayor cantidad de votos y aquellas otras que les fueron más desafectas, utilizada la palabra con toda la carga que tuvo en un ominoso pasado que todos deseamos olvidar.

Esperemos que la falta de diligencia del negociado urbanístico retrase tanto los trabajos de redacción del nuevo plan urbano que no dé tiempo material a perpetrar la ignominia urbanística que se aventura, aunque, en ocasiones, para los desaguisados se suelen dar cierta prisa.

Ándense listos los integrantes de los demás grupos políticos municipales no les vayan a colar con vaselina un desastre de proporciones monumentales. De momento, a nadie se han encomendado estos gobernantes en minoría ni para contratar al equipo redactor de las prioridades del plan, lo cual es ya una falta de respeto, ni mucho menos para consultares sus opiniones.

 

Una tarea la de hacer un PGO no apta para incapaces o burócratas de segunda sin visión completa de ciudad ni afán por tratar por igual a todos los ciudadanos. Sin estas dos premisas mínimas no hay plan urbano mínimamente decente y eso es lo que ya se ha avanzado con toda la desfachatez del mundo: una indecencia.