Solo palabras

Se cumple estos días un año desde que tomara posesión la cirujana y primera autoridad de Gijón; el balance no puede ser más negativo: la única medida que puede recibir tal nombre es la vuelta de las corridas de toros a El Bibio, lo demás son planes, bosquejos, infografías y los naturales recambios en las primeras líneas de los mandos municipales. En realidad, hemos tenido bastante mala suerte con la coalición entre Foro el PP y el concejal tránsfuga. No aparece en lontananza ni tan siquiera una preocupación por los problemas de vivienda que padecen miles de gijoneses, aunque, eso sí, existe una envidiable connivencia con el gremio de hostelería que en tantas ocasiones causa molestias a la ciudadanía. También ha comparecido en el teatrillo municipal y en materia cultural, algo que se ha dado en llamar «la vía gijonesa», curiosa iniciativa que tiene nombre, pero ausente de contenidos. Por poner un ejemplo de inacción el ayuntamiento lleva un año sin responsable del archivo municipal porque el anterior encargado se jubiló en su momento y no ha dado tiempo a cubrir la vacante. Todo lo que no sea nombrar a dedo es, al parecer, muy complejo. Tampoco está clara la operación en los antiguos terrenos del Naval: otro pequeño fiasco porque tal área pertenece en un sesenta por ciento a la Autoridad Portuaria y el otro cuarenta a Pymar. Con el Puerto, la cosa está clara, negociada y puesto precio. Con Pymar no se ha movido todavía un solo papel y, por lo tanto, nada se sabe de plazos para la operación, o por lo menos no lo sabe la opinión pública.

Son muchos los lugares donde dirigir la vista y no ver la mano del ayuntamiento y otros en los que se ve demasiado esa mano, pero quiere la casualidad que, allí en donde se ve, lo hace para mal. No podemos saber las maneras de llevar las cosas si las decisiones de la cirujana en ejercicio no estuvieran condicionadas por el PP, su socio de gobierno, a este respecto, lo único que se sabe es que la alcaldesa encuentra más desahogo durante este mandato que en los de su anterior etapa ya que las tareas se reparten entre catorce ediles y no ocho: es una forma original de medir la eficacia de un equipo de mandamases, pero así lo debemos tomar.

Mención aparte merece el tratamiento del Solarón y la operación de vías, que lleva camino de enquistarse al desear los gobernantes municipales un gran parque y muy pocas casitas. No se conseguirá porque el precio de esa ilusión la deben pagar (y en mayor cantidad) otras dos administraciones. Cuando, por fin, caiga de esta burra, seguiremos sin estaciones.

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